Dónde Comienza el Arrepentimiento

¿Dónde comienza el arrepentimiento? Comienza al reconocer que ningún pecador tiene los medios para expiar su pecado ni la capacidad de vencer el poder que lo domina.

Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. LUCAS 15.17–18

Estoy seguro que aquí es donde siempre empieza el verdadero arrepentimiento: con una exacta evaluación de nuestra propia condición. Desde el pecador libertino que es un completo haragán (como este joven) hasta el fariseo más exigente y condescendiente, todos debemos enfrentar la realidad de la condición pecadora que hemos heredado de Adán y que nos ha convertido en indigentes espirituales.

Ningún pecador tiene los medios para expiar su pecado, ni la capacidad de vencer el poder del pecado que nos agarra. Nuestro pecado nos ha puesto en una situación desesperada.

Desde luego, eso es mucho más difícil de reconocer para un pecador presuntuoso y respetable que para un desdichado cuidador de cerdos. «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos» (Mateo 9.12). Enormes cantidades de individuos permanecen en tinieblas espirituales y bajo la condenación del cielo porque simplemente se niegan a confesar cuán necesitados están. Esa era precisamente la situación en que se encontraban los fariseos.

El pródigo, por otra parte, ya había perdido cualquier pretensión de dignidad y confianza en sí mismo que alguna vez pudo haber conservado. Ya no tenía recursos propios, nadie más le daba nada, y ni siquiera podía hurgar suficiente alimento de la comida de cerdos.

Para él era absolutamente el final del camino, y eso fue lo que confesó. Enfrentar de manera simple y sincera la realidad de sus propias circunstancias es lo que causó tan monumental cambio en la actitud del pródigo hacia su padre.