David era pastor de ovejas. Conocía el oficio. Sabía muy bien que sus ovejas dependían de él para su bienestar. Sabía cómo se desempeñaba un buen pastor y cómo lo hacía aquel que no lo es. Y David, como oveja del Senor, no tenía queja alguna.
Por el contrario compuso este cántico para manifestar su gozo y su confianza al estar en tan buenas manos.
En sus comienzos, David fue marcado por el rechazo y el menosprecio. Cuando el profeta Samuel fue a ungir a uno de los hijos de Isaí por rey sobre Israel, Isaí llamó a todos sus hijos excepto a David.
El rey Saúl no creyó en él, sus hermanos cuestionaron sus motivaciones, el gigante Goliat lo menospreció... !Nadie creyó en él! Pero Dios conocía su corazón.
Quizás tú también fuistes marcado por el rechazo o el abandono. Sentiste que nadie creyó en ti o no te dieron el valor suficiente. Tal vez hoy mismo luchas por complacer a todo el mundo buscando ganar la aprobación de los demás. !No necesitas hacerlo! Ya eres valioso para Dios.
Él confía en ti, sabe que en sus manos puedes hacer proezas. No repara en tu color de piel, tu posición social o económica, si eres alto o bajo; Dios te acepta tal como eres. !Él dejará el rebaño y correrá a buscarte porque eres muy valioso para Él!
!Alégrate, Jesús es tu pastor!