Es un aliado que está con y en nosotros (17). Juan describe al Espíritu Santo como “Consolador” (el “paracleto”) y con ello nos quiere decir que él es alguien que nos infunde valor, quien nos comprende en la pena y el dolor, y quien está con nosotros para enfrentar la batalla de la vida.
Más que “consolador” el Espíritu Santo es nuestro Defensor, nuestro aliado que vive en nosotros.
Es un aliado que el mundo no conoce (17). La mayoría de las obras que brotan del cristiano por la acción del Espíritu es incomprensible para las gentes en general.
La razón es que no conocen al Espíritu de Dios, porque es incompatible con el espíritu del mundo, el cual se opone a los propósitos de Dios.
La gente que actúa según el modelo del mundo, vive como si Dios no existiera; lo consideran innecesario e inadecuado para organizar sus vidas.
Es un aliado que nos estimula a amar a Cristo (21-24). El amor es el don que más nos compromete con la gente y con Dios. El Espíritu Santo, entonces, es quien nos estimula frecuentemente a amar y reconocer mejor a Cristo.
¿Cómo lo hace? Instándonos a la obediencia, la única prueba que testifica del amor, y revelándonos más plenamente a Jesús. “Lo que no se conoce, no se ama”, dice un proverbio holandés.
Para pensar. ¿Cómo has respondido a las indicaciones del Espíritu Santo últimamente?
Oración. Señor, hoy amanecí de mal humor. Haz que mi mejor aliado me controle y mejore mi ánimo y que yo lo sienta conmigo peleando la batalla de la vida.