Romanos 5.10-11; Mateo 5.23-24; Santiago 3.12-18; Hebreos 12.14; 2 Corintios 13.11
Los que no tienen su corazón dividido ven a Dios. Donde los demás ven materia inerte, ellos ven el toque delicado del Creador; donde los demás ven historia como la relación de eventos sin significado, ellos ven la Historia de Dios; donde los demás solo ven la tragedia de un hombre muriendo como mártir, ellos ven el triunfo de Dios salvando a la humanidad por medio de su propia muerte.
Y ellos no sólo ven, sino que tienen el poder de hacer que otros vean, cambien y se reconcilien en un nivel más alto. La tercera cualidad positiva es la de los pacificadores: “Bienaventurados los pacificadores”.
Los receptivos encuentran poder para efectuar su reconciliación en tres direcciones: del hombre con Dios; del hombre con el hombre y del hombre con su propio “yo”. Tienen poder para hacer que el hombre se sienta en confianza con Dios, en confianza con los hombres y en confianza consigo mismo.
Si me tocara escoger el texto que expresa mejor el evangelio cristiano, escogería éste: “Dios estaba con Cristo reconciliando el mundo a sí… y puso en nosotros (nos encomendó) la palabra de la reconciliación”.
Dios se hallaba en la obra positiva de extender su amor reconciliando al hombre con El cuando el hombre no quería la reconciliación. Nosotros hacemos lo que hace Dios: él nos manda hacer el mismo trabajo de reconciliación.
En dos pasajes notables de las Escrituras somos llamados hijos del Padre y por la misma razón: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5.9) y “Más yo os digo, amada a vuestro amigos y orad por los que os persiguen para que seáis llamados hijos de Dios”. (Mateo 5.44-45) Nos asemejamos más a Dios cuando tratamos de reconciliar a la gente.
Cuando yo trataba de encontrar algún medio de reconciliación entre los Estados Unidos y el Japón, el Almirante Nomura me tomó de la mano y me dijo: “Gracias por lo que está usted haciendo”.
Quienes tratan de reconciliar a los demás hacen el trabajo que corresponde hacer a los Cielos, porque es tarea del Cielo reconciliarnos”. Un hombre que no es cristiano puso su dedo en la cualidad del cristiano: la reconciliación
Oh Dios y Padre mío, quiero ser como Tú. Tú buscas la reconciliación; yo quiero hacer lo mismo. Saca de mi todo antagonismo, toda división, toda pugna, de tal manera que todos los que estén a mi alcance en este día sientan que trasciendo “paz”. Permíteme respirar “paz” en tal forma que los corazones enmudecidos de los hombres se aplaquen con tu amor. Por Cristo Jesús. Amén.
Tomado del libro: Vida en abundancia