“¡He aquí el Hombre!” (5). Tal vez, casi seguramente esta expresión no tenía un significado tan profundo como muchos le quieren dar hoy. El gobernante debe haber querido indicar únicamente que aquél era el hombre en cuestión en aquel juicio, presuponiendo que no le conocían.
De todos modos, como suele ocurrir, dijo una verdad más profunda de lo que quería. Si nos limitamos a poner una “H” mayúscula a la palabra “hombre”, lo fue en toda la amplitud de la palabra. Y eso es precisamente el mensaje del Evangelio del que “habitó entre nosotros”.
“No halló delito en él”. Ya el mismo Jesús había reclamado que nadie le podía imputar ningún pecado. Ni delitos contra la nación ni pecados contra Dios se encontraron en su sublime persona.
No era por lo tanto, un hombre común, sino alguien que teniendo todas las glorias humanas, no tuvo la caída de nuestra raza.
“¡He aquí vuestro rey!” Jesús era realmente el rey que había sido prometido al pueblo de Israel y por medio de ellos a toda la humanidad. Eso no lo sabía Pilato. ¿Será posible que respondamos como los judíos?
No es fácil, pero sin embargo sí es posible que, sin decirlo en alta voz, obedezcamos más fácilmente a los reyes de este mundo que a nuestro Rey de los cielos.
Oración. Enséñame, Señor, a encontrar tu mensaje aun en la voz de quienes no te conocen, quienes al hablar de ti, con su desprecio, dan testimonio de la grandeza de Cristo.