Salmo 81.1-16
Las fallas de Israel. Notemos que los pecados que se nos enumeran aquí consisten sustancialmente en no haber oído la voz de Dios y no haberle elegido a él como objeto de su afecto.
Después de todo, cuanto hizo de malo aquel pueblo – y fue bastante, considerando su gran conocimiento de Dios – se debió simplemente a la reacción de sus procesos interiores, de su mente y su corazón, como poéticamente se nos dice, con una nota dolorosa. ¿Qué examinamos en nuestras vidas o en la de los demás: nuestras acciones o nuestras intenciones?
La reacción de Dios. Notemos que en este salmo no se describen los castigos enviados por Dios. Por el contrario, en primer lugar se nos describe cómo él intervino a favor de su pueblo cuando éste clamó pidiendo ayuda (6,7).
Además, Dios procedió en forma didáctica, exhortándoles siempre a cumplir con sus enseñanzas (5, 8 y 9). Y finalmente, quizás lo más notable, es el dolor divino por la rebelión de su pueblo, dolor que se concreta en no haber podido darle todo lo bueno que tenía preparado para ellos: la derrota de sus enemigos y la abundancia económica (14,16). ¿Hemos pensado que Dios siempre tiene cosas mejores para nosotros?
El motivo de alabanza. Por estas razones, el salmista cree justificado su llamado a la alabanza. Por un lado, Dios ha establecido que así debe hacerse (4,5).
Pero también es la actitud natural cuando pensamos en la bondad de Dios ante su pueblo, que puede describirnos a nosotros y que es tan rebelde y obstinado.
De esa comprobación deben surgir los cánticos del creyente. ¿Cantamos realmente pensando en ese Dios que es el tema? ¿Por qué?
Oración. Permíteme cantarte, Señor, a pesar de mis fallas, a pesar de que con frecuencia he buscado mis propios caminos y no los tuyos, porque quiero obedecerte y quiero que el mundo me oiga decirlo con música sincera salida del alma.