Juan 12.37-50
En este pasaje los contrastes son claros.
La gloria de los hombres o la gloria de Dios (43). A Jesús no le preocupaba en absoluto la gloria, o el aplauso de los hombres.
“Gloria de los hombres no recibo”, había dicho antes (Juan 5.41), y “yo no busco mi gloria”, había reiterado (9.50).
Ello nos indica que la gente de influencia puede buscar el reconocimiento de los demás, o de sí mismo.
En ambos casos, no es la gloria de Dios, que consiste trabajar pensando que el poder viene de él, que el resultado lo da él y que él debe ser engrandecido en todo lo que emprendemos y hacemos.
Juzgar al mundo o salvar al mundo (47). Cristo vino para salvar a los hombres y mujeres que lo reconocen como tal. No vino al mundo trayendo las bombas de la ira de Dios.
Trajo el mensaje de amor y motivado por el amor de Dios se hizo como uno de nosotros, para hacernos volver a Dios. El juez del hombre es la palabra que Cristo ha pronunciado.
El hombre se juzga a sí mismo en la medida que reacciona contra Cristo y se vuelve impermeable a Dios.
Creer en Cristo o rechazarle (48). Esta es la otra gran verdad del evangelio de San Juan. El que cree tiene vida eterna, el que no cree ya es condenado (3.18-36).
Creer en Jesucristo es darle una respuesta afirmativa. Es aceptar su señorío. Es comenzar a vivir una nueva vida al ritmo de él. Es no vivir para sí, sino para él y como él. Rechazarle es morir.
Para pensar. ¿En qué áreas de tu vida amas más el aplauso de la gente que el de Dios? ¿Cuáles son los resultados que producen el creer o el rechazar a Cristo?
Oración. Danos sabiduría, Dios nuestro, para saber elegir bien.