De nuevo la conclusión es que en el evangelio no hay lugar para la vanidad (7), ni para el orgullo; éste es opuesto a Cristo, es antibíblico, antievangélico.
¡Fuera con la jactancia de los corintios! ¡Y con la nuestra! ¡Con su engreimiento! ¡Y con el nuestro! Aprendamos de los apóstoles, los líderes que:
Se comparan con criminales condenados (9). En los espeluznantes espectáculos del circo romano, los condenados a muerte formaban la última fila y posteriormente debían luchar con ágiles fieras, que pronto los despedazaban.
No había esperanza de escaparse de la muerte. De esta manera los apóstoles – como condenados a muerte – habían llegado a ser espectáculos al mundo, a los hombres y a los ángeles (9).
Llevaban una especie de vida gitana (11). “No tenemos morada fija” significa estar fuera de la comodidad y la seguridad que brinda el mundo pasajero.
¡Cuánto nos hace falta poner en acción esto! ¿Cuánto más sufrían los apóstoles por causa de Cristo (10-12)?
Se comparan con la basura del mundo (13). Comparativamente a estas bajezas llegaban los apóstoles. Y es más: los odiaban y retornaban amor.
Les lanzaban piedras y devolvían pan. Eran victimas de violencia y no respondían con violencia.
¡Qué distinto es hoy nuestro cristianismo! ¡Cómo se ha perdido el espíritu de Cristo!
Para pensar.
¿Cómo se explica que nosotros, junto con muchos de nuestros dirigentes, andemos en busca de privilegios, ventajas, seguridad, títulos, o aplausos del mundo?
Oración. Retórnanos a los dictados de tu Espíritu y tu Palabra, Señor.