Preparado para los encuentros (3-9). Una vez asegurado el diálogo, Job se comportaría varonilmente ante Dios. Observa las cosas que él haría (3-5) con la confianza de que Dios lo atendiera (6).
El resultado no sería la condenación pronosticada por su amigo, sino su justificación (7). Pero todavía Dios no aparece en ninguna parte (8,9). Sin embargo, las expectativas de Job eran grandes. ¿Cómo son las nuestras hoy con respecto a las respuestas que esperamos recibir de Dios?
Seguro del propósito de Dios (10-14). Pocos son los hijos de Dios que tienen que pasar por una prueba de fe tan radical, tan inexplicable como la de Job.
Aquí se descubre aquello que le servía de ancla en la tempestad: seguridad en Dios, en su actuación, en su gobierno sobre todo, en su compromiso con Dios; seguridad con respecto a sí mismo, su integridad, su tenaz obediencia a la Palabra del Señor.
Capaz de ser turbado por Dios (15-17). Lee de nuevo los cuatro verbos que se encuentran en los versículos 16 y 17 que describen el efecto que Dios ha tenido sobre Job.
Aunque inescrutable y fuera de alcance humano, sin embargo, ¡cuán real era Dios para Job! Todo el pasaje de hoy apunta hacia uno de los más grandes mensajes de este libro: que nada hay tan importante como la relación entre Dios y el hombre, la relación Dios-yo.
Esta relación es lo que hace del cristiano una persona diferente a aquellas que no son. Es una relación en que priva la mutua responsabilidad.
Para pensar. Más él conoce mi camino… él acabará lo que ha determinado para mí.
Para orar. Dios omnipotente, deseo crecer en el conocimiento tuyo. Dame una fe valiente aun cuando no te perciba.