Hechos 8.26-39; Juan 15.5-16; Daniel 12.3; Salmos 51.12-13
“Ninguna virtud es segura a menos que sea entusiasta; ningún corazón es puro si no es apasionado; ninguna vida es cristiana si no contagia a los demás al cristianismo”. Si no hay reflujo, el influjo cesa.
Debemos resolvernos a ser espiritualmente creadores. Los siguientes siete pasos indudablemente nos llevarán a una vida contagiosa:
1. La estructura interior de mi ser ha sido hecha para crear. Si no soy creador en términos espirituales, dejaré de cumplir el destino de mi ser. Viviré en contra mía.
2. Ganar a otros para vivir una vida es la forma más elevada de actividad creadora. Tengo la oportunidad de ser creador en donde serlo tiene mayor importancia. La “creatividad” física es negada a muchos; pero la “creatividad” espiritual no lo es a nadie, excepto a aquellos que se niegan a sí mismos.
3. Nada es absolutamente mío mientras no hago participes de ello a los demás. Toda expresión profundiza la impresión. Todavía más: Es una ley de la mente que lo que no se expresa, muere. Quiero que esta vida sea mía, porque ese es el mayor tesoro de la vida.
4. Quiero tener la voluntad de evangelizar. Hasta hoy el deseo de evangelizar estuvo en mi mente y en mi emoción; pero ahora se apodera de mi voluntad. Estoy decidido a participar a otros aquello de que se me ha hecho participe a mí.
5. Si tengo temor de ser desairado, debo recordar que tengo un aliado secreto en cada corazón. En el corazón de los demás hay algo que estará de mi Parte, puesto que el corazón humano está hecho para ello.
6. Si fracaso, fracasaré en aquello que debo hacer. Pero indudablemente que el peor fracaso es el no hacer nada.
7. Puedo yo mismo ser indigno; pero Dios puede valerse de mí convirtiéndome en instrumento suyo. Quizás mis pecados del pasado y mi victoria sobre ellos inspirarán a otros a darse cuenta de que ellos también pueden vencer sobre su vida pecaminosa. Más bien que pensar que me encuentro sobre un pedestal, me consideraré humilde peatón que invita a otros a hacer el esfuerzo que estoy haciendo por renovar mi vida.
Oh Dios, pongo en Tus manos mi vida insignificante para que la hagas capaz de crear. Si mis esfuerzos fallan, ello te dará la oportunidad de manifestar Tu poder, y cuando yo no pueda hablar, seguramente que tú podrás hablar por mí con absoluta claridad; pero suceda lo que suceda, desde hoy me comprometo a tratar de conseguir que los demás se entreguen a Ti. Amén.
Tomado del libro: Vida en abundancia