¿Tiene usted una relación estrecha con sus hijos? Nuestras primeras ideas en cuanto a Dios tienen mucho que ver con la manera en que fuimos criados, especialmente por nuestro padre.
A muchos hombres les resulta difícil desempeñar su papel como padres, porque sus propios padres estuvieron ausentes —física o emocionalmente— o porque no recibieron buenos ejemplos. Pero, independientemente de lo que una persona haya experimentado, lo mejor que cualquier padre puede hacer es imitar al Padre celestial.
Para ello, tenemos nuestro mejor atisbo de cómo es el Padre celestial, contemplando a su Hijo. Hablando con los discípulos, el Señor Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. . . El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14.6, 9).
Cristo no es solamente nuestro camino para tener una relación con Dios; es también el camino por el que llegamos a conocer el verdadero carácter del Padre.
Cuando observamos la vida de Jesús, ¿qué vemos? Él era misericordioso, paciente, tierno, compasivo, amable y lleno de bondad hacia todas las personas (Mt 9.10-13). El Salvador sanó enfermos, suplió necesidades y ofreció perdón, independientemente del agravio (Mt 14.14-21; Lc 23.34). Pero, por amor, no vaciló en corregir a otros cuando era necesaria la reprensión.
Más que una buena educación o cosas materiales, lo que más necesita un hijo es un buen modelo a seguir de devoción a Dios. Si usted hace del conocimiento del Padre celestial y su obediencia lo más importante, no tendrá que preocuparse por la clase de padre que llegará a ser.