Invierta en Usted Mismo.
A menudo Dios nos atraviesa en el camino oportunidades divinas para invertir en nosotros. Debe estar atento. El lo hace primero con su Palabra, que es nuestra mejor inversión. Pero nos envía también muchas otras «oportunidades de inversión».
En mi vida he asimilado muchas de estas. Por ejemplo, mi esposa y yo tenemos nuestra «cita» semanal nocturna, que ha demostrado ser una gran inversión en nuestro matrimonio.
Asimismo, cada sábado por la mañana los niños y yo nos «escapamos» de mamá para disfrutar juntos un desayuno temprano. Este momento ha sido muy bueno para los niños y para mí, brindando también un buen descanso a mi esposa.
Todo lo que dice o hace crea una inversión en algún lado. El resultado de esa inversión en ganancia o pérdida depende de usted. Siempre debe procurar lo mejor, pues lo que siembra ahora lo cosechará después.
Uno de los más grandes errores que puede cometer es creer que trabaja para alguien más. No importa cuántos jefes tenga, realmente trabaja para el Señor.
No puede pretender que otros sean su fuente.
Es por eso que es tan importante sacar provecho a las oportunidades que Dios nos da. Así es como nos desarrolla e instruye. Cuando un arquero erra la meta, busca la falla en sí mismo, no en la meta. «Para mejorar la puntería, mejórese a usted mismo» (Gilbert Arland).
Cuando venga la prosperidad, no la use del todo. Dé algo a otros e invierta algo en usted mismo. La mitad sobre saber qué quiere es saber qué debe dar para poderlo conseguir. El tiempo invertido en automejorarse impide gastar tiempo desaprobando a los demás.
«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse» (2 Timoteo 2.15). La inversión no cuesta, vale la pena. No puede alcanzar su destino sin valerse del principio de invertir en usted mismo.