Jesús, la Verdadera Esperanza
Por Billy Graham
UN REGALO A LA HUMANIDAD
Durante décadas el mundo se ha maravillado ante una joya que, en un momento, fue parte de una corona: el Diamante Esperanza, un deslumbrante diamante azul de cuarenta y cinco quilates y con un valor estimado de $250.000.000. Su último dueño donó este tesoro histórico al Smithsonian Museum como «un regalo a la humanidad». Solitario, reposa en una pequeña urna de vidrio a prueba de balas.
¿Qué esperanza trae a la humanidad esta rara piedra preciosa? Si bien es grande en gloria, es intocable; valiosa, pero no inestimable; un regalo a la humanidad pero protegida, bajo llave, de la humanidad para su seguridad.
¿Acaso la esperanza para usted está encerrada, inaccesible, intocable?
Quizás está anhelando tener esperanza, pero no la puede encontrar. Muchos han iniciado esa búsqueda de esperanza que trae certeza, y le aseguro que no está lejos de usted ni encerrada en un museo.
La verdadera esperanza está disponible para usted y llega como esperanza que procede de arriba. No es una aspiración futurista; es el fundamento de la fe.
Un filósofo contemporáneo, el fallecido Richard Rorty, sostenía que la esperanza apoyada en la promesa de Jesucristo de volver a la tierra ha fracasado porque Él no ha regresado. Este filósofo creía que para que la esperanza exista otra vez se requiere de un nuevo documento de promesa.
Mi amigo, hay un documento de promesa que nunca ha perdido su vigencia. Y es nuevo cada mañana.
La Biblia dice que Jesucristo es justo la esperanza que el Libro contiene. Él es la única esperanza para la humanidad. Él vino para abrir la puerta de su alma y traer la luz de salvación a su vida. «Porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad» (Lamentaciones 3.22–23).
Esta es la razón de mi esperanza; hallada en la salvación de Dios.
El salmista escribió: «Mi carne también reposará confiadamente» (Salmos 16.9). ¿Está descansando en esta promesa? La esperanza es un bien activo e invisible que paga dividendos cuando todavía vivimos.
La esperanza nos acompañará cuando vayamos por mañanas inciertos si recibimos, por fe, la esperanza de Dios.
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