Siempre se debe hablar la verdad “en amor”. La mentira destruye la comunidad. El amor la edifica.
Si se enojan… no le den lugar al diablo (26-27). La lección es que Cristo es compatible con la ira (Marcos 3.5).
La doctrina muerta, la insensibilidad humana, la explotación del hombre, la injusticia, llevan al cristiano, como llevaron a su Señor, a la indignación.
Pero, la oración al concluir el día, deberá ser dicha con todo el corazón y con la clásica expresión en los labios: “Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos…”
El ladrón deje de robar (28). El cristiano jamás tiene derecho de tomar lo que es propiedad de otro. “El impío toma prestado y no paga” (Salmo 37.21). No así el cristiano. Jesús, lección del creyente, fue un carpintero de Nazaret.
El trabajo manual debe ser considerado en alta estima, no sólo para no ser un parásito en la iglesia, y hacer de ella una sociedad de beneficencia personal, sino que el ladrón ha de convertirse en benefactor.
No digan malas palabras (29). No hay lugar en la comunidad cristiana para el uso de lenguaje grosero para “hacer impacto a los oyentes”.
El lenguaje es el medio que el Espíritu Santo usa, generalmente, para bendecir al pueblo de Dios en su testimonio. Las palabras importan mucho; cuídate de lo que dices.
Para seguir pensando. Haz una lista, y medita en su significado, de los otros aspectos que forman la conducta de un cristiano (4.30-31 y 5.1-2).
Para orar. Por un lenguaje edificante.