Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí.Lucas 23:33
De la pluma de Charles Spurgeon:
El Calvario es la colina del consuelo mientras que la madera de la cruz se usa para construir la casa de la consolación. Y Jesús, la Roca partida en dos por la espada que laceró su costado, es el fundamento del templo de la bendición celestial.
Por tanto, no hay una escena de la historia sagrada que reconforte tanto el alma como la trágica escena del calvario.
¿No resulta extraño que la hora más oscura que se haya cernido sobre el mundo pecador pudiera tocar el corazón dando consuelo con un poder más suave que la alegría angelical?
¿Y que a la cruz vuelvan los ojos del doliente, antes que al lugar donde refulgen las estrellas de Belén?
John Keble, 1792-1866
Una gran Luz brilla desde el Gólgota donde es medianoche en pleno mediodía, y cada bella «flor del campo» (Isaías 40:6) florece bajo la sombra del que fuera un árbol execrable.
Del sitio donde Jesús sintió sed la gracia hace surgir una fuente inagotable de la que fluye agua pura como el cristal donde cada gota puede aliviar las tribulaciones del hombre.
Querido creyente, todos hemos tenido nuestro momento de conflicto, pero debes confesar que no fue en el monte de los Olivos, en el monte Sinaí ni en el monte Tabor que hallaste consuelo.
No, fue «Getsemaní» (Mateo 26:36), «Gábata» (Juan 19:13) y el «Gólgota» (Juan 19:17) los que se usaron para consolarte. Las hierbas amargas de Getsemaní muchas veces han quitado la amargura de tu vida, los azotes de Gábata muchas veces han disipado tus preocupaciones y los lamentos del Gólgota te han producido un impensado y generoso consuelo.
Jamás habríamos conocido la totalidad de la altura ni la profundidad del amor de Cristo si él no hubiera experimentado la muerte, ni tampoco hubiéramos podido intuir el profundo afecto del Padre si no nos hubiera dado a su Hijo para que muriera.
Las bendiciones comunes y cotidianas que disfrutamos dan cuenta del amor de Cristo de la misma forma que una conchilla acercada al oído repite el sonido de las profundidades marinas de donde provino.
No obstante, si deseamos escuchar el océano, no debemos limitarnos a contemplar las bendiciones diarias sino el evento de la crucifixión. Aquel que verdaderamente quiera conocer el amor debe ir al Calvario y ver morir al «varón de dolores» (Isaías 53:3).