La Oración no Contestada
El cuarto método que Dios utiliza para atraer nuestra atención es mediante la oración no contestada. Mientras nuestras peticiones sean suficientemente respondidas podemos navegar plácidamente por la vida, disfrutando de la provisión y la bendición de Dios. Pero cuando surge una necesidad particularmente urgente y los cielos se muestran herméticos, Dios logra nuestra total atención.
Con frecuencia ese aparente silencio es el momento adecuado para llevar a cabo un buen autoexamen espiritual bajo la iluminación del Espíritu Santo. La Palabra de Dios indica que hay razones que explican por qué es que algunas súplicas no son contestadas:
cuando se pide por razones equivocadas (Santiago 4.3), cuando hay desobediencia (1 Juan 3.22), cuando se pide sin tomar en cuenta la voluntad de Dios (1 Juan 5.14), entre otras cosas. Deberíamos preguntarle al Señor si hemos caído en algunas de estas situaciones.
Según 1 Pedro 3.7 la oración infructuosa o no contestada puede, incluso, provenir de la falta de sensibilidad en la relación matrimonial en algún sentido. Pedro aclaró que las oraciones del marido son «estorbadas» si este no ama a su mujer como debiera.
A veces Dios se niega a contestar nuestras oraciones porque sabe que si lo hace nos vamos a descarrilar más todavía del camino correcto. Es por eso que Satanás se sentirá más que contento si puede ayudarnos a lograr que obtengamos respuestas a todo lo que queremos fuera de la voluntad de Dios, porque sabe que el placer de hoy puede significar la ruina mañana.
Cuando las puertas se cierran ante la oración es posible que se trate de una señal de que la mano de Dios está obrando para redirigir nuestra atención hacia algún otro aspecto de nuestra vida que requiere consideración.
El Señor se valió del aguijón de Pablo como herramienta para enseñar una lección a incontables millones de creyentes (2 Corintios 12.7). Su oración no fue contestada, pero al mismo tiempo su atención se desvió de modo que en lugar de considerar la gravedad de su problema se ocupó de aprender cómo funciona la gracia de Dios.
Cuando Pablo iniciaba sus cartas con el familiar saludo, «gracia y paz», sabía muy bien lo que significaba la frase. La oración no contestada llevó a Pablo a descubrir una nueva dimensión de la dependencia de Dios.