¿Para qué sirve? (11-15). ¿Para que sirven los sacrificios y las ofrendas? ¿Para qué sirven días de reposo, asambleas religiosas, fiestas evangélicas? ¿Para que sirven la devoción y la oración?
Toda actividad religiosa se vuelve vana y vacía, hasta abominación e iniquidad insoportable para Dios, y una inmensa carga para los participantes, si éstos no están en una relación correcta con el Señor y con su prójimo.
Lleva consigo, además, una promesa triste de Dios: “Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré” (15).
Arrepentimiento (16-17).
Arrepentimiento significa volver a Dios para empezar de nuevo. No debemos confundir el arrepentimiento con la penitencia, que es la práctica o experiencia dolorosa de pagar por los errores cometidos. El arrepentimiento exige un cambio de orientación y actitud.
Es como lavarse para empezar una nueva tarea. Es dejar lo malo para hacer lo bueno. Es regresar al padre como el hijo pródigo (Lucas 15) para comenzar de nuevo. Es un quebrantamiento total delante de Dios para recibir de él un comienzo nuevo.
El arrepentimiento se manifiesta en hechos concretos: es ver con ojos nuevos al huérfano y a la viuda para hacerles justicia.
Promesa (18). El arrepentimiento verdadero termina en las más hermosas experiencias. Nuestros pecados, no importa su tamaño o color, serán emblanquecidos como nieve.
Los sacrificios y las ofrendas se transforman en servicio verdadero a nuestro prójimo. Las fiestas y oraciones se vuelven alabanzas preciosas al Señor. Y a nosotros mismos, como hijos perdidos, el Señor nos convierte en hijos verdaderos.
Para pensar. ¿Qué haremos? (19-20). Debemos decidir entre renovación y juicio. ¿Practicamos el arrepentimiento que manda y agrada al Señor?
Oración. Salmo 51