Isaías 30.8-22
La verdadera respuesta es aceptar el juicio, arrepentirse y proceder con justicia y rectitud y confiar en el Señor (lee Isaías 1.10-20, dirigidos a los gobernantes civiles y religiosos de Judá, a los que llama “príncipes de Sodoma y Gomorra”).
Pero los gobernantes prefieren buscar alianzas, subterfugios o aparatosos actos rituales para eludir las demandas proféticas. En este pasaje aparece el doble papel del profeta.
El verdadero y el falso profeta (8-17). La gente prefiere un Dios que les asegure felicidad y prosperidad sin exigir fidelidad y rectitud.
Y por eso son populares los profetas que se amoldan a los deseos de los poderosos.
En contraste, el verdadero mensajero de Dios confronta a estos príncipes con el resultado de su injusticia: el desastre.
¿Qué predicación esperamos nosotros de los “mensajeros”?
Cuando vemos que las cosas van de mal en peor, personal y socialmente, ¿buscamos transformar la raíz del mal o nos conformamos con un falso optimismo queriendo así que no nos molesten recordándonos lo que en realidad ocurre?
Tras el juicio viene la misericordia (18-22). Dios no castiga por represalia sino como disciplina. El juicio abrirá los oídos (21) y el Señor volverá a guiar a su pueblo mediante verdaderos mensajeros (20). Entonces hallarán verdadera prosperidad.
Oración. Hagamos nuestra la oración del Salmo 86.11, que dice: “Oh Señor, enséñame tu camino para que yo lo siga fielmente. Haz que mi corazón honre tu nombre”.