En el episodio que aquí se relata en Marcos 2:10, vemos que las autoridades religiosas y sanitarias judías, se alarmaron al ver que Jesucristo no se limitó a querer curar la parálisis de aquel hombre, sino que fue más profundo incluyó en su sanación el alma de las personas.
Es que Jesús sabía que el problema de la parálisis de aquel, hasta ese momento desdichado, era la parálisis de su alma.
Hay enfermedades que las píldoras y jarabes no pueden aliviar, ni mucho menos curar, por que no llegan al meollo del asunto: la mente y el corazón humano, que son la fuente de todo mal.
Te duele la cabeza, la presión arterial no se controla, la gastritis se ha agudizado, la circulación no ha mejorado, y para colmo de males, te has hecho ver por un sin fin de médicos, y te has sido sometido a todo tipo de exámenes y evaluaciones que nada revelan ni solucionan, entonces es tiempo que entregues todas esas angustias, penas, frustraciones y aún aquellos pecados, que te agobian el alma y se reflejan en tu cuerpo.
El único que tiene la sanidad perfecta para aquello que las medicinas no curan ni solucionan, es Jesucristo, médico eterno e infalible que llega al alma de toda enfermedad. En el encontrarás, perdón, salud y paz. Él si tiene la medicina para el alma.
Lectura: Marcos 2:1-12
“Pues para que sepáis que el hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados…” Marcos 2:10
En el perdón de Cristo hay salud eterna para el alma.