Juan 1.43-49; 4.6-42; Marcos 13.11
Me desagrada la idea de “vender religión”, porque tiene aspecto comercial y da la impresión de que la religión es algo que se vende.
De seguir esa idea tendríamos que “vender amistad” o que “vender apreciación artística”. Sin embargo, hay algunas cosas que podemos aprender de quienes se dedican a vender.
He observado a los agentes viajeros de diversas casas comerciales. Algunos venden mucho, otros, no.
Los que consiguen colocar su mercancía en mayor cantidad son aquellos que actúan como si la mercancía que venden fuera de verdadera importancia, sin exagerar, para no provocar una reacción desfavorable y no se dan a sí mismos un aire de importancia que haga a los demás sentirse pequeños, sino que se acercan a sus clientes como si fueran a hacerles una invitación personal para adquirir su mercancía.
El comerciante, por lo tanto, tiene dos cosas presentes: La importancia de la mercancía y la venta directa, personal.
El gerente de ventas de la National Cash Register Company trata de contestar estas cuatro preguntas al presentar sus productos:
1. ¿Qué es lo que vendo?
2. ¿Para qué le sirve a usted?
3. ¿Quién lo dice?
4. ¿Cómo puede usted obtenerle?
Al ofrecer el cristianismo a los demás debemos poder contestar estas cuatro preguntas:
1. ¿Qué es el cristianismo? Quizás habrá necesidad de explicar igualmente lo que no es el cristianismo, para dejar una impresión verdaderamente clara de lo que es.
No es un conjunto de creencias que hay que aceptar, una organización a la que hay que pertenecer, un rito o ceremonia que hay que observar; de todo esto hay en él, pero hay mucho más: es una relación personal con Dios, que requiere un cambio, gradual o repentino, pasando del reino del yo al Reino de Dios, mediante la gracia y el poder de Cristo.
El fundamento de nuestra vida se cambia de nuestro “yo” a Dios. Ya no se vive con referencia a uno mismo sino con referencia a Dios. La voluntad de Dios se convierte en suprema en nuestra vida. Esa voluntad se nos interpreta en Cristo. Ser cristiano es estar sometido en lo absoluto a la voluntad de Cristo.
Oh Cristo mío, permíteme ayudar a otros a verte. Los hombres ponen tantas cosas en derredor tuyo que quienes quieren verte no te pueden ver. Permíteme conseguir que alguien pueda relacionarse contigo, que alguien doble su rodilla delante de ti y de ti solo; porque Tú y sólo Tú eres nuestra vida. Amén.
Tomado del libro: Vida en abundancia