A veces queremos tener los dones que los demas tienen y no nos preocupamos por el don, que Dios nos dio a nosotros.
“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, ùsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside con solicitud; el que hace misericordia con alegrìa”.
Romanos 12:6-7
Una de las cosas que Dios se ha preocupado más, en el cuerpo de Cristo, es que cada uno sepa que tiene algún don y que el don que tiene, debe ponerlo en acciòn. A veces queremos tener los dones que los demàs tienen y no nos preocupamos por el don, que Dios nos diò a nosotros.
Para que el cuerpo funcione como es debido, cada miembro debe ejercitar su propio don. Cuando alguien toma el ejercicio del lugar, que le corresponde a otro don (habiendo alguien habilitado con ese don), està usurpando un lugar que no le corresponde, y està robándole el ejercicio del don, al otro hermano.
Nunca debemos perder de vista, que el que reparte los dones es Dios, y que El dà, a cada uno, conforme a Su Plan, Su Propósito, Su llamado para la vida de cada uno, y para Su Gloria. Nosotros no tenemos parte en la elección del don para cada uno. Eso le corresponde a Dios.
Lo que nos toca a nosotros, de acuerdo a la enseñanza del apóstol Pablo a Timoteo es: “Que avives el fuego del don que està en tì”...II Timoteo 1:6. Como en una màquina a vapor, el fuego genera la presión de poder, que hace, que los engranajes comiencen a caminar.
Muchas veces las circunstancias de la vida, las ocupaciones, los hijos, el correr de cada dìa buscando el sustento, va enfriando ese fuego de amor al Señor. Por correr tras lo urgente, vamos dejando lo importante. Por supuesto, el pecado es otro de los factores de la debilidad de nuestro fuego. Cuando contristamos el Espíritu Santo, el ejercicio de nuestro don tambièn lo sufre.
Pero aùn asì, la misericordia de Dios viene a ordenarnos en Isaías 42:3: “...ni apagarà el pábilo que humeare”, y en Mateo12:20: “La caña cascada no quebrarà, y el pàbilo que humea no apagarà”. Sì, Dios respeta los dones que El ha dado a cada uno. Nosotros tambièn debemos hacerlo.
Necesitamos ver que el don más importante para nosotros, debe ser, el que Dios nos ha dado y debemos ponerlo en pràctica. El buen pastor de una iglesia serà aquèl, que ayude a los miembros de su iglesia a ejercitar los dones que Dios les ha dado.
¡Señor ayúdame para avivar el fuego del don que me diste!