Pide que se mantengan unidos (9-11). “Para que sean uno” quiere decir que los discípulos debían mantenerse soldados entre sí, unidos en corazón y mente, porque donde hay muchas intestinas, pleitos, divisiones y exclusivismos se obstaculiza la acción torrentosa de Dios.
La evangelización habría de tener un solo frente humano y los discípulos, igual que nosotros, no podrían estar gastando sus fuerzas en competencias inútiles. ¡Que continúe, entonces, la unidad!
Pide que no se aparten del mundo (15). Esto parecería una contradicción con lo que dijo Cristo sobre el mundo (18-23). La idea es que el cristiano, aunque le cueste, tiene en el mundo el único escenario para pelear la batalla de la fe.
Jesús nos dice que hay que evitar los monasterios, y el espíritu de monasterio, puesto que no se puede pretender expresar la fe fuera del mundo.
No combate Jesús la vida retirada, la oración o el silencio, que tanto bien nos hacen; él sólo nos dice que en este mundo, no en el más allá, tenemos oportunidad de hacer visibles las obras de Dios.
Claro que en el mundo tendremos problemas, pero “el cristianismo no nos ofrece librarnos de los problemas, nos ofrece una forma de solucionarlos”.
Pide que sean santificados por la verdad (17). Ser santificado envuelve dos ideas significativas: ser apartados para el servicio del Señor, lo cual ya era una realidad en los discípulos (16), y ser dedicados y equipados para un servicio diferente, no común, especial, relacionado con Dios.
Para pensar. ¿Cuál es el propósito de “estar en el mundo”?
Para orar. Por nuestra acción en el mundo.