Cuando Naamán se sumergió siete veces en las turbias aguas del río Jordán, la respuesta del Señor fue inmediata y misericordiosa. Las manchas de la enfermedad común a los leprosos fue sustituida por una piel sana (v. 14).
Confrontado con la evidencia de la superioridad de Dios, Naamán prometió adorarlo a Él solamente. La necesidad a menudo precede al reconocer la naturaleza de Dios como el Proveedor. El deseo de sanidad de Naamán fue mayor que su incredulidad y su orgullo, haciendo que buscara la curación del Dios de Israel. El Señor utilizó el deseo de Naamán de sanidad física, para despertar su espíritu.
La obediencia requiere a veces una acción que no parece razonable. Naamán no veía ninguna razón lógica para lavarse en el río Jordán. Si el río tenía poderes curativos, muchos leprosos habrían venido corriendo a él todos los días. Pero la obediencia no se basa en lo que otros hacen; más bien, tenemos que obedecer de todo corazón los mandamientos que Dios nos ha dado.
Supongamos que Naamán hubiera sido vencido por la desesperación y sólo se hubiera sumergido seis veces. Habría muerto leproso y como un pecador, porque la obediencia parcial es lo mismo que la desobediencia. Los creyentes muchas veces quieren saber antes de qué manera, cuándo y por qué las instrucciones divinas cambiarán sus circunstancias.
Pero la fe requiere que procedamos en base a lo que ya sabemos; o sea, que nuestro Padre celestial lo hace todo para el bien de Sus seguidores. A su vez, Él recompensa nuestra obediencia respondiendo nuestras oraciones y dándonos bendiciones constantes.