En aquel día (1). A causa de su desobediencia, Dios puso a Judá en manos de los babilonios. Ellos le dieron un trato cruel.
En vista de su arrepentimiento, sin embargo, el profeta promete un nuevo día, un día de salvación para aquellos que busquen al Señor. En lugar de indignación, el pueblo recibirá consuelo.
Salvación (2,3). Quiere decir libertad de la opresión, fronteras extendidas, libertad para ser pueblo de Dios. Tanto el Éxodo como la cautividad fueron salvación para Israel. En esta hermosa canción de alabanza los salvados cantan: “Dios es salvación mía” y de esta fuente sacan el agua de vida.
La salvación produce gratitud y alabanza (1,6). Los que cantan reconocen la justa indignación de Dios, que les llevó al arrepentimiento y fue seguida por el consuelo divino.
La cautividad les llenó de temor y desconfianza pero la nueva actividad salvadora de Dios puso en ellos un canto de gozo y fortaleza.
Este nuevo gozo es tan arrollador que empuja a los salvados a proclamar los hechos gloriosos de Dios a todas las naciones.
Cercano está su tiempo (13.17-22). Hay otra dimensión de este día de regocijo – el otro lado de la moneda.
En medio de las promesas de gozo y esperanza para este pueblo, el profeta ve la destrucción de los babilonios a manos de los medos.
El profeta identificó los pecados del pueblo de Dios y pronunció la sentencia. Sin embargo vio claramente que el pueblo que ocasionó estos juicios también debía ser colocado bajo la recta justicia del santo y único Dios. No es posible escapar del juez de todas las naciones.
Para pensar. ¿Cuál es la palabra profética del Señor contra la iglesia de hoy? ¿Qué debe suceder para que su ira pueda transformarse en consuelo y su pueblo sea lleno de gozo y fortaleza y tenga un mensaje de esperanza para todas las naciones?
Oración. Salmo 9.7-10