La vida tiene muchos desengaños. Como Job, descubriremos que aun nuestros más íntimos amigos pueden abandonarnos.
Cuando los necesitamos, no los encontramos. Un hombre que había caído al mar fue sacado a la orilla, casi ahogado. Después de semejante experiencia dijo: “El agua es un lugar raro; no hay nada de que agarrarse”.
Lo mismo sucede cuando confiamos solamente en amigos terrenales; ocasiones hay en que no sabemos de dónde agarrarnos de ellos.
Un amigo que nunca falla. Job tiene puesta su esperanza en el futuro: en alguien que defienda su causa.
El deber de un redentor era comprar de vuelta a alguien que había caído en deudas o en la esclavitud, o vengar a alguien que había sido muerto por odio.
Lo que para Job era esperanza, para el cristiano es realidad, porque Jesús es nuestro Redentor. El nos ha rescatado de la esclavitud del pecado, de la esclavitud de las cosas, y de la propaganda, y de la sociedad de consumo, ¡y de toda esclavitud que nos impone el hombre!
Cristo, por otro parte, vive para interceder por nosotros diariamente delante de Dios. Por consiguiente, nunca estamos solos, lo que equivale a decir que nunca estamos sin un amigo.
Para pensar. “El hombre está solo porque es único, pero ha sido llamado a la comunión. Es el pecado lo que lo divide y aísla”. ¿Qué haremos para evitar el aislamiento y vivir en auténtica comunión con nuestros hermanos?
Oración. Señor, que tu compañía sea real en nosotros, como la luz del sol lo es en la ciudad.