Un Espíritu Rebelde
La persona rebelde puede querer orar pero no oír. Dios le habla al de corazón rebelde para que se arrepienta de su pecado, pero si no hay ningún cambio, se niega a hablarle sobre otros asuntos. La rebeldía obstaculiza la penetrante voz de Dios.
La rebeldía no es lo mismo que la renuencia. Dios entiende que titubeemos a veces, como ocurrió cuando habló con Moisés. Cuando Dios lo llamó básicamente le respondió que se había equivocado en la elección de la persona.
Después de todo, él había estado dedicado a cuidar ovejas durante cuarenta años, y Dios quería que volviera a Faraón y sacara a dos millones y medio de personas de la esclavitud en Egipto.
¡Seguramente también nos hubiéramos resistido! Como Moisés, le podemos decir a Dios que no nos gusta lo que nos está diciendo; pero rebelarnos en contra de sus instrucciones es otra cosa.
Como pastor en el estado de Florida hace algunos años sentí que el Señor me llamaba a Atlanta. El problema era que no quería ir. Me gustaba la Florida. Me gustaba la playa. No había mucho tránsito, y a una cuadra de distancia de mi casa había tres o cuatro lagos para ir de pesca.
Así que le dije al Señor: «Señor, quiero quedarme donde estoy». (No tiene sentido tratar de ocultarle algo a Dios, porque Él sabe cómo nos sentimos de todos modos.) Después de analizar mi aversión inicial descubrí que Atlanta era exactamente el lugar donde debía estar.
No me entusiasmaba la idea de trasladarme, pero no estaba en actitud de rebeldía. La rebeldía equivale a decirle a Dios que nos negamos a hacer lo que Él quiere que hagamos. Dios puede actuar ante nuestra renuencia cambiando nuestros deseos, pero la rebeldía es otro cantar.