David no estaba preparado para tomar una decisión que se le presentó de repente. En una ocasión que estaba inquieto, aislado y preocupado, la tentación y el pecado lo tomaron desprevenido. Por tanto, debemos estar en guardia cuanto observemos estas señales en nosotros:
Primera, nunca se permita estar demasiado hambriento. Cuando el cuerpo está debilitado por la falta de comida, es probable que tome malas decisiones. Cuide de su cuerpo, y dele el sostén que necesita.
Segunda, no se permita estar demasiado enojado. La ira puede oscurecer el buen juicio y llevar a decisiones lamentables.
Tercera, no esté demasiado aislado. Cuando usted se siente solo, puede hallarse dispuesto a hacer lo que sea para sentirse amado o aceptado.
Cuarta, no se permita estar demasiado cansado. El sueño es esencial para poder tomar decisiones prudentes. Cuando usted le niega a su cuerpo y a su mente un “tiempo de inactividad”, es probable que tome malas decisiones.
Ser prudente en estos cuatro aspectos podrá evitarle más tarde lamentarse de la decisión que haya tomado.
Comprométase a nunca tomar decisiones importantes cuando se sienta hambriento, enojado, aislado o cansado. Más bien, reconozca en esos momentos que no está preparado para razonar correctamente. Aplace la decisión hasta que pueda enfrentarla con oración, paciencia y sabiduría de lo alto.