Nuestras oraciones, a su vez, deberían mirar más allá del momento actual y extenderse hacia senderos insospechados.
La unidad de los cristianos (20-23). La unidad vuelve a sonar aquí como un estribillo: “Para que sean uno” (22); “para que sean perfectos en unidad” (23).
Con esto Jesús no está anhelando el día en que las organizaciones eclesiásticas junten sus fondos, sus credos, y sus talentos humanos para formar una sola iglesia monolítica.
El habla de una relación personal, cuyo modelo es la unidad que se da entre el Hijo y el Padre (21). Sin embargo, ¿no vivimos demasiado desunidos los creyentes genuinos del Señor?
¿Qué estamos haciendo para que la unidad que tenemos en él sea una realidad visible en el mundo?
La misión de la unidad (21). La unidad tiene un propósito evangelístico; es para que el mundo
crea.
De este modo, la unidad verdadera debe ser un hecho sobrenatural que exige una explicación sobrenatural, como dijo un escritor.
En la unidad, que es parte del amor, el mundo percibe el valor práctico de la doctrina del Evangelio.
La gloria de los cristianos (22-26). Es la cruz la mayor gloria del pueblo de Dios. Pero también lo debe ser la obediencia incondicional a su Maestro y Señor.
La gloria de Jesús radicaba en que por medio de su vida, sus obras y su mensaje, la gente reconocía su vinculación directa con Dios. ¿Cómo se revela la gloria de Dios en nuestra vida diaria?
Para pensar. “En las cosas esenciales, unidad; en las secundarias libertad, y en todo, amor”.
Oración. Haznos unidos, Señor, como las células de un mismo cuerpo y atados a ti como los ladrillos lo están a las paredes.
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