De nuevo Pablo nos confronta con el tema de la moral sexual. ¿Qué papel juega el cuerpo en las relaciones entre el hombre y la mujer?
Para entender el pasaje tenemos que admitir la existencia en Corinto de un grupo llamado libertino, que pensaba que la vida corporal nada tenía que ver con la vida espiritual; que los excesos de la carne no podían manchar el espíritu; que el cuerpo fue creado por una divinidad inferior y por lo tanto no podía haber resurrección alguna. ¿Cuál es la visión que Pablo tiene del cuerpo?
El cuerpo es para el Señor (13). El cuerpo no es una maquina de maniáticos morales. Tiene un alto propósito y un elevado destino: la resurrección (14). El cristianismo es libertad (12) pero ésta tiene sus limitaciones.
“Todas las cosas me son lícitas”, pero no hay que dejarse esclavizar por ninguna de ellas. Es bueno comer pero no hay que ser esclavo del apetito. Porque el cuerpo es para el Señor.
El cuerpo es miembro de Cristo (15-18). Nuestros cuerpos son miembros de Cristo porque le pertenecen (6.20). Nuestra relación permanente con él se da en virtud de su resurrección. ¡No somos nuestros! Y ésta es la base de la indignada protesta del apóstol. ¿En que medida hacemos mal uso del cuerpo?
El cuerpo es templo del Espíritu Santo (19-20). De aquí que hay una honda contradicción entre estar unido a Cristo, ser habitado por el Espíritu, y entregar el cuerpo a relaciones sexuales fuera del matrimonio. El cuerpo del creyente es templo, es decir, habitación del Espíritu y pertenencia de Dios. El cuerpo es así sagrado.
Para orar. Que la base de nuestras acciones corporales sea la visión cristiana del cuerpo.