Éste es un Salmo de pura alabanza, y hay en él poco que requiera exposición; un corazón fervoroso lleno de adoración por el Altísimo comprenderá muy bien este himno sagrado. Su tema es la grandeza y bondad condescendiente del Dios de Israel, según se muestra al levantar al necesitado de su condición caída.
Este sublime «Cántico del Éxodo» es uno e indivisible. La verdadera poesía alcanza aquí su cumbre; no hay mente humana que haya podido igualar, y mucho menos exceder, la grandeza de este Salmo. En él se habla de Dios como dirigiendo a su pueblo desde Egipto a Canaán y haciendo que toda la tierra sea conmovida a su venida.
En el Salmo anterior se cuentan las maravillas pasadas que Dios había obrado en honor su yo; en el presente se le ruega que se glorifique El mismo otra vez, porque los paganos estaban presumiendo por la ausencia de milagros, y negaban rotundamente los milagros de las épocas anteriores, e insultaban al pueblo de Dios con la pregunta: «¿Dónde está ahora vuestro Dios?»
El tema de este Salmo es el amor personal, fomentado por una experiencia personal de la redención, y en él vemos a los redimidos que reciben respuesta a la oración, son preservados en el tiempo de la tribulación, reposan en su Señor, andan conscientes de sus obligaciones, conscientes de que no son suyos, sino comprados por precio, y uniéndose a toda la compañía rescatada para cantar aleluyas a Dios. C. H. S.
Este Salmo, que es muy pequeño en su letra, es muy grande en su espíritu; porque, desbordando los límites de raza o nacionalidad, llama a toda la humanidad a la alabanza del nombre del Señor. El mismo espíritu divino que se extiende en el Salmo ciento diecinueve, aquí condensa sus expresiones en dos cortos versículos, pero, con todo, está presente y perceptible en él la misma plenitud infinita. Puede ser de interés el notar que éste es, además, el capítulo más corto de las Escrituras y la porción central de toda la Biblia. C. H. S.
En el libro de Esdras (3:10, 11) leemos que «cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel.
Muchos lectores superficiales se han imaginado que insiste rasgando una sola cuerda y abunda en repeticiones y redundancias piadosas; pero esto es debido a lo somero de la mente del lector; los que han estudiado este himno divino y notado cuidadosamente cada línea del mismo se han asombrado ante la variedad y profundidad de su pensamiento. Cuanto más se estudia, más fresco y vigoroso resulta.
Tema: Cierto autor supone que este himno fue cantado por un israelita después de dejar su casa para subir a Jerusalén. Cree que el buen hombre había sufrido la calumnia de sus vecinos y estaba contento de librarse de su chismorreo y pasar un período en las ocupaciones mas felices de las fiestas sagradas.
Título: Es un canto del soldado, así como un himno de viajeros. Hay un ascenso en el mismo Salmo, que se levanta a la mayor elevación de confianza sosegada. C. H. S.
Título y tema: David lo escribió para que lo cantara el pueblo cuando ascendía a las fiestas santas en Jerusalén. Cuando se hallaban dentro de las tres murallas, todas las cosas alrededor de los peregrinos contribuían a explicar las palabras que cantaban dentro de estas murallas seguras. Una voz dirigía el Salmo con su personal «Yo», pero diez mil hermanos y compañeros se unían al primer músico y entonaban el coro del refrán. C. H. S.
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