Cierto hombre se hacía pasar como un buen creyente en la iglesia a la cual asistía. No había tenido una experiencia profunda con Dios, pero gustaba llamarse evangélico.
Este hombre adolecía de cierta debilidad en su vida personal: Tomaba licor con frecuencia. Cada vez que se emborrachaba no dejaba de gritar a los cuatro vientos que era evangélico.
En una ocasión entró a una cantina para tomar licor. Allí se encontró con un amigo suyo. Muy pronto empezaron a beber hasta caer de borrachos. De pronto surgió entre ellos una discusión acalorada y empezaron a pelear.
El hombre “creyente” dominó al otro y lo tiró al suelo. Luego se le subió encima y lo golpeaba diciendo: “¿Aceptas o no al Señor Jesucristo como tu Salvador?” Cada vez que decía esta frase le daba una bofetada a su compañero.
Muchas veces los creyentes comentemos el error de evangelizar con métodos drásticos y duros. Algunos métodos son tan ofensivos que la persona queda herida y rechaza el evangelio.
Cristo usó el método del amor y la compasión para evangelizar y ganar almas para su reino jamás olvidemos que nuestro hechos cuentan mucho en la evangelización de las almas perdidas.