Shakespeare llamó a la envidia “la enfermedad verde.” Bacon admitió “que no tiene días feriados.” Horacio declaró que “los tiranos nunca han inventado un mayor tormento.” Barrie dijo que “es el más corrosivo de los vicios.”
Sheridan se refería a ella en su obra El crítico cuando escribió: “no hay pasión tan fuertemente arraigada en el corazón humano como esta.” Philip Bailey, el elocuente poeta inglés de años idos, vívidamente la describe como “un abrigo [que] sale siseando y candente del infierno.”
Y hablando del infierno, nadie ha hecho mejor trabajo para describir la envidia que Dante. En su obra El purgatorio…la envidia se sienta como mendigos ciegos contra una pared. Sus párpados están cerrados y cosidos.
El simbolismo es apto; mostrando al lector que es uno de los pecados más ciegos; en parte porque es irrazonable, y en parte porque el envidioso está cosido en sí mismo e hinchado con pensamientos venenosos en un mundo oscuro, restringido de casi insoportable angustia autoimpuesta.
¿Qué es exactamente la envidia? ¿Cómo difiere de su gemelo, los celos?
La envidia (la más sofisticada de los dos) es una consciencia dolorosa y resentida de una ventaja que otro disfruta…acompañada de un fuerte deseo de poseer la misma ventaja.
La envidia quiere tener lo que otro posee. Los celos quieren poseer lo que ya tienen. Los celos son crueles y grotescos. La envidia es ladina y sutil. Los celos se aferran y sofocan.
La envidia siempre está extendiendo las manos, añorando, entrecerrando los ojos, pensando (y diciendo) insinuaciones siniestras.
La Envidia
Shakespeare llamó a la envidia “la enfermedad verde. Bacon admitió que no tiene días feriados. Horacio declaró que los tiranos nunca han inventado un mayor tormento.