En los primeros años del siglo XlX vivia en newcastle-Tine un sastre llamado Charlton. Un sábado por la noche viajaba este siervo de Dios hacia hexham, donde iba a predicar cuando entró en el coche del tren un hombre borracho con su esposa.
Como quiera que el nuevo pasajero parecía inclinado a alborotar, Charlton le dijo para apaciguarlo:
-¿Quiere que le cante una canción?
- Sí, sí, una canción ---replicó el semi-borracho.
Charlton empezó a cantar himnos hasta que el tren llegó a su destino.
Siete años más tarde fue otra vez a Hexham a predicar y se hospedó en el hogar de uno de los diáconos. Durante la comida la señora de la casa le dijo:
-¿No me recuerda, Señor Charlton?
-No tengo ninguna idea de haberla visto ---respondió el predicador.
-¿No recuerda haber cantado unos himnos para apaciguar a un hombre
Borracho en el tren, hace siete años?
Charlton hizo memoria y ella continuó:
-Aquel hombre es mi esposo quien quedó tan interesado en sus cánticos que el día siguiente me instó para ir a la iglesia. Poco después fue convertido y ahora es, ya lo ve usted, un diacono.
Pero no termina todavía aquí la historia.
Este diacono se llamaba José Parker y fue padre del famoso predicador del mismo nombre.
¿Quién puede decir lo que habría sido la vida de su hijo de no haber cantado aquel coloso sastre-predicador unos himnos en el tren para distraer a un pobre borracho?
Nunca podremos predecir el alcance de una buena obra hecha con amor y fe para el Señor.