EL PRIMER CASAMIENTO
Génesis 2:18, 21-25
Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen». Este primer hombre puede ser tomado como una figura del Segundo Hombre, el Señor del cielo, quien es la imagen del Dios Invisible. Eva puede representar la relación de los redimidos con Cristo: «Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia» (Ef. 5:32).
I. La declaración. Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn. 2:18).
Dios considera que ésta es la necesidad más alta del hombre, y piensa que la soledad no es para su mayor bien. ¡Pensad en Dios allá en la eternidad pasada diciendo esto en cuanto al Hijo de su amor! ¡No es bueno para Él estar solo, el único Hijo, llevando la imagen y reflejando la gloria del Padre! Llevará muchos hijos a la gloria.
II. La nueva creación. «Le haré ayuda idónea para Él» (Gn. 2:18).
Eva fue hechura de Dios, y su don al hombre en su propia imagen. Nosotros somos hechura suya, creados de nuevo en Cristo Jesús. La iglesia es una apta ayudante para Cristo, es hecha por Él y es el don del Padre al Hijo. «Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí» (Jn. 6:37). «Los que me diste» (Jn. 17:9).
III. La operación. «Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán» (Gn. 2:21).
El sueño es figura de la muerte. Mientras Adán estaba en este estado, las manos obradoras de maravillas del Divino Operador produjeron una ayudante según su propia semejanza.
Fue un sueño profundo el que Dios hizo caer sobre el Postrer Adán cuando éste inclinó su cabeza y dio el espíritu. «Jehová quiso quebrantarlo» (Is. 53:10). Dios tomó una costilla del primer hombre, pero nada menos que la sangre del Segundo Hombre bastó para poder darle una ayuda idónea. Su iglesia tenía que ser comprada con su propia sangre.
IV. La presentación. «La trajo al hombre» (Gn. 2:23).
Todo hombre imitador de Dios puede tener su esposa del Señor. Él «la trajo al hombre ». ¿Para qué? Para participar de su amor, disfrutar su comunión, ser participe de las bendiciones que Dios le dio libremente, y ser para Él un gozo, un consuelo y una ayuda. Así el Espíritu Santo nos trae a
V. La aceptación. «Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos» (Gn. 2:23).
Reconoció a Eva, don de Dios, como parte de sí mismo. «Serán una sola carne». Nunca pensó en rechazarla. «Al que a Mí viene, no le echo fuera» (Jn. 6:37). ¡Cuán estrecha la unión! Somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Sí, «os tomará a Sí mismo».
VI. El resultado. «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer» (Gn. 2:24).
Debe romperse cualquier relación que pudiera impedir que estemos constantemente apegados al Señor y que le sirvamos. Todo el corazón y toda la vida deben estar rendidos si queremos ser fieles. Cristo dejó a su Padre cuando vino a la tierra. Dejó a su madre cuando murió en la cruz. Se une a su esposa y a su pueblo redimido. Déjalos a todos, y sé firme en tu unión a Él (Mt. 16:24).