ALIENTO PARA LOS INTERCESORES. Bosquejos Biblicos para Predicar Daniel 10:12
«Daniel, no temas; porque desde el primer día en que aplicaste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido» (Dn. 10:12).
Hay mucho de extraño y misterioso en este incidente de la vida de Daniel, aquel gran estadista, santo y profeta. Tenía ahora ochenta y nueve años. Habían transcurrido setenta y tres desde su deportación de su amada tierra de Judá. Dos años habían pasado desde que el emperador, Ciro, había permitido al fiel remanente de Israel volver a Jerusalén.
Por una u otra razón, Daniel comenzó unas oraciones especiales. Cuál fuese la petición que hizo, no la sabemos. Quizá estaba orando por el remanente al recibir algún informe sobre las dificultades que encontraban para reconstruir Jerusalén y para restaurar la vida nacional, y quizá deseaba saber qué sucedería a su pueblo en el futuro (ver v. 14). Había estado dedicado a una ferviente y perseverante oración durante tres semanas antes que llegase una respuesta.
Aunque es indudable que se sentía perplejo y aturdido ante aquella larga tardanza, el anciano profeta prosiguió con sus súplicas. Entonces le fue dada una visión. Apareció «un varón». Comparando la descripción que hace Daniel de esta augusta Persona con la que da Juan en Apocalipsis 1, llegamos a la conclusión de que era el Señor. Los siervos de Daniel que estaban con él «no la vieron [la visión] … sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron a esconderse», dejando solo a su amo.
El efecto de la visión sobre el anciano siervo de Dios fue abrumador. «Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, … y no quedó fuerza en mí; se demudó el color de mi rostro hasta quedar desfigurado, y perdí todo mi vigor». Pero en medio de su temor y angustia, el Señor le dio palabra de consuelo y aliento: «No temas», palabra siempre inspiradora para todos los siervos orantes del Señor.
I. La oración es oída en el acto en el cielo, aunque su respuesta tangible pueda parecer retardada. Naturalmente, esto se refiere a la oración ofrecida por un corazón humilde y que confía en Dios. Muy significativa es la frase: «Aplicaste tu corazón», no solo a «entender», sino también a «humillarte en la presencia de tu Dios».
Nuestro clamor de auxilio es siempre oído, y se mantiene un registro del mismo delante del Señor. Nunca permitas que el enemigo te persuada de que tu clamor ha sido desoído. No, mil veces no. «Desde el primer día … fueron oídas tus palabras».
II. Los retardos en la respuesta a la oración no siempre se deben a Dios. Algunos retardos se deben bien a la falta de preparación o de idoneidad por parte del suplicante o de la petición. Pero no es así con todos los retardos. Los retardos no siempre significan negaciones. En la visión, el Señor explicó al anciano intercesor cómo había sucedido que no hubiese recibido una respuesta tangible a una oración que había sido ofrecida y oída hacía tres semanas.
Y la explicación era que había existido un conflicto entre los poderes de la luz y los poderes de las tinieblas, entre los poderes invisibles que rigen e influencian a las naciones y a los pueblos. Esta cuestión es singularmente fascinante, pero, ¡cuán poco conocemos o podemos conocer acerca de esto! El velo que oculta lo invisible es aquí un poco levantado, revelando una titánica oposición al cumplimiento de los mandamientos del Señor.
Acerca del éxito final de los poderes de la luz no puede caber dudas de ningún tipo, porque los poderes satánicos no son omnipotentes; sin embargo, los retardos debidos a la oposición son tiempos de prueba para las almas anhelantes y ansiosas. En la experiencia de Daniel, se le dio una explicación apropiada acerca del retardo, pero el Señor no lo explica todo a sus siervos. ¿Y qué entonces? Bien, lo que podemos hacer es confiar aunque podamos no comprender.
Y podemos perseverar en nuestros ruegos hasta que nuestras oraciones reciban oración. Daniel perseveró en oración durante tres semanas; perseveremos nosotros por tres, treinta o trescientas semanas. Ora de verdad. No cejes, por mucho que te ponga a prueba el silencio del cielo.
El conflicto de la oración es una experiencia que no puede ser confiada a todo el pueblo del Señor, sino solo al santo maduro. La decidida respuesta de Jacob al Señor, «No te dejaré, si no me bendices», es digna de encomio. Muchas batallas perdidas se habrían ganado si los combatientes hubiesen practicado algo más la perseverancia.