EL LLAMAMIENTO DEL PUBLICANO. Bosquejos biblicos para predicar de Mateo 9:9-13
Grandes multitudes seguían a Jesús (Mt. 8:1), pero Él sabía la inutilidad de la mera popularidad. Este río de favor público pronto se iba a secar. El «no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mt. 20:28). Veamos aquí:
I. El llamamiento de la gracia. «Jesús le dijo: Sígueme» (Mt. 9:9). Si Cristo hubiese estado buscando popularidad entre los hombres, no hubiera llamado como amigo personal a un odiado recaudador de impuestos. No puede ser otra cosa que fiel a sí mismo.
La gracia vino por Jesucristo. Como el agua busca el nivel más bajo, así la gracia busca la alma más necesitada. El salva, no porque somos ricos o justos, sino porque somos pecadores. Todos los hombres tienen libertad para seguirle, pero Él llama a pecadores al arrepentimiento.
II. La obediencia de la fe. «Se levantó y le siguió» (Mt. 9:9). Mateo puede haber sabido y oído mucho acerca de Jesús antes de esto. Ahora el llamamiento llega para una inmediata decisión por Cristo.
Es posible creer mucho en cuanto a Él, y sin embargo en el corazón no ser uno con Él. «Dejándolo todo, se levantó y le siguió.» Seguir es evidencia de fe. El discipulado puede muchas veces significar «dejarlo todo». Así fue con Abraham. Él creyó a Dios y salió.
III. Una prueba de amor. «Le hizo gran banquete» (Lc. 5:29). «Estaba Jesús sentado a la mesa en la casa.» Festejar y seguir a Cristo tienen un maravilloso efecto que abre el corazón. Es una bendita experiencia: Jesús descansando con nosotros en el hogar del corazón. «Si alguno abre la puerta, entraré». Jonatán amaba a David y se despojó a sí mismo (1 S. 18:4). Echemos todo a sus pies; esto da refrigerio a su alma.
IV. Un lugar de esperanza. «Muchos que habían venido se sentaron juntamente con Jesús» (Mt. 9:10). El lugar de esperanza para pecadores es a los pies de Jesús. Hay lugar y bienvenida para todos aquí. Hay misericordia con Él. Siéntate con Él en su rechazamiento, y te sentarás con Él en la gloria de su resurrección.
V. La manifestación del orgullo. «Los fariseos dijeron: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?» (Mt. 9:11). ¿Por qué no preguntaron al Maestro mismo? Los que son justos en su propia opinión nunca quieren defender su propia causa delante de Dios. El orgullo ciega los ojos para no ver las grandes profundidades de la gracia divina. Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos. ¿Eres un buscador o un criticón?
VI. La condición de la necesidad. «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos» (Mr. 2:17). Los fariseos, como millares todavía, no se sentían enfermos de pecado, sino que estaban satisfechos de sí mismos. Los tales no tienen lugar para Jesús. Como los laodicenses, «de ninguna cosa tienen necesidad»; o, si es que quieren a Cristo, lo es como un maestro, no como un SALVADOR. La obra de Cristo es un gran remedio que solo puede tener efecto donde hay enfermedad.
VII. El propósito de Cristo. «Misericordia quiero, y no sacrificio» (Mt. 9:13). Quiere tener misericordia de pecadores enfermos. No quiere el sacrificio de los «justos» que se bastan a sí mismos. Toma el lugar del culpable, entonces tomarás parte en su misericordia. Vosotros que pretendéis salvaros por vuestras obras, «id y aprended lo que significa esto».