EQUIPAMIENTO PARA EL SERVICIO. Bosquejos Biblicos para Predicar Ezequiel 2,3
El primer punto esencial para servir es una «visión de Dios» (1:1).
Una visión de su grandeza, de su santidad, de su misericordia infalible. Saulo, que devino Pablo, no fue «desobediente a la visión celestial ». La visión viene por medio de la revelación de su Hijo en la Escritura de verdad (Jn. 1:18). Aquí tenemos algunas características que, sin falta, pertenecen a un verdadero siervo de Dios:
I. Están poseídos por el Espíritu. «Entró en mí el Espíritu» (2:2). La revelación de Dios prepara para la entrada de su Espíritu Santo en el corazón. Sed llenos del Espíritu. Él está siempre listo para entrar en posesión de toda vida consagrada.
II. Son enviados por Dios. «Me dijo: … yo te envío» (2:3). Los que están enseñados por el Espíritu serán enviados por el Espíritu. «Como tú me enviaste al mundo», dijo el Señor, «así yo los he enviado al mundo» (Jn. 17:18). La visión del Calvario precedió a la dotación pentecostal y a la proclamación del testimonio.
III. Son receptores bien dispuestos de su Palabra. «Y me dijo: Hijo de hombre… come este rollo… Así que abrí mi boca» (3:1-3). Sus palabras son espíritu y vida (Jn. 6:61-63), por lo que el alma enseñada por el Espíritu las recibe bien dispuesta. Él recibe el rollo del libro tal como un niño recibe su comida. Abrió la boca, y el Señor la llenó, «y fue en mi boca dulce como miel». Si la Palabra de Dios fuera recibida de manera más sencilla y plena, habría más deleite en ella, y más poder por medio de ella.
IV. Son valerosos. «He aquí que yo he hecho tu rostro fuerte», etc. (3:8). Un «rostro fuerte» es evidencia de una gran fuerza de carácter. Los líderes de los hombres tienen generalmente una fuerte expresión facial. Dios puede hacer que tu carácter sea fuerte y poderoso. El temor del hombre es ajeno al hombre de Dios.
V. Son obedientes. «El Espíritu pues me alzó… y yo iba con amargura, en el encono de mi espíritu» (v. 14). La Palabra del Señor fue dulce en su boca, pero algo amarga en su operación práctica. Pero aunque había amargura en su alma al seguir la conducción del Espíritu, obedeció. Pablo se gloriaba también en las tribulaciones.
VI. Son humildes. «Así llegué a los cautivos… y me senté donde ellos estaban sentados» (v. 15). Así es cómo él alcanzó a la masa de recaídos. Obedeció al Espíritu de Dios, y fue y se sentó entre ellos. Los que obran por Cristo tienen que actuar como Él, humillándose a sí mismos por causa de los demás.
VII. Son fieles. «Yo te he puesto por atalaya» (3:16-21). El atalaya tiene que amonestar «para retraer al malvado de su mal camino a fin de que viva». Los malvados necesitan advertencia, y solo el hombre que ha visto «visiones de Dios» puede dar esta advertencia de manera adecuada. Pablo era un fiel atalaya, y podía decir: «limpio estoy de la sangre de todos» (Hch. 20:26-31). Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como atalaya que no tiene de qué avergonzarse (cf. 2 Ti. 2:15).