GOZOSO EN DIOS. Bosquejos Biblicos para Predicar Salmo 66
El alma que ha tenido sed de Dios, y que ha hallado satisfacción en Él, hará de cierto un feliz son a Él. Podemos mostrar nuestro gozo en Dios:
I. Alabando Su nombre. «Cantad la gloria de su nombre» (v. 2). Su nombre es todo lo que Él mismo es (Is. 9:6). Cantemos su gracia gloriosa; su amor eterno y poder omnipotente. Se precisará de toda la eternidad para mostrar todos los honores de aquel nombre maravilloso.
II. Gloriándonos en Sus obras. «Venid, y ved las glorias de Dios» (v. 5). El Señor ha hecho grandes cosas por su pueblo Israel. ¿No ha hecho Él grandes cosas por nosotros? Su obra de salvación es de «esplendor y majestad» (Sal. 111:3). Pensemos en el hoyo del que hemos sido sacados, y que abunde nuestro gozo en Dios.
III. Confesando Su fidelidad. «Bendecid, pueblos, a nuestro Dios… Él es quien preservó la vida a nuestra alma, y no permitió que nuestros pies resbalasen… Nos sacaste a abundancia». Ha habido tentaciones; ha habido el horno de la prueba, que nos ha probado como plata. Ha habido la «red», el «fuego… y el agua», pero, alabado sea su nombre, el fin ha sido un lugar de «abundancia». Fiel es el que prometió.
IV. Creciendo a Sus demandas. «Entraré… Cumpliré… Ofreceré». «Entrad» en su Casa de adoración; «cumplid» los votos de consagración; «ofreced» el sacrificio del servicio. El gozo de la adoración debería ir acompañado del gozo del sacrificio y del servicio. Levántate y ve a Betel, el lugar de la visión y de la consagración.
V. Por testimonio personal. «Venid, oíd…, y contaré todo lo que ha hecho a mi alma» (v. 16). Los que no tienen testimonio alguno para Dios nada conocen del gozo de Dios. Son aquellos que han «recibido la Reconciliación» los que se gozan en Dios por medio del Señor Jesucristo (Ro. 5:11). El testimonio del Salmista es triple.
Primero: con respecto al hecho de su propio gozo. «[El Señor] fue ensalzado con mi lengua» (v. 17). Segundo: con respecto al hecho de que Dios sí da respuesta a la oración. «Ciertamente me escuchó Dios» (v. 19). Tercero: con respecto al hecho de que un corazón impuro es una barrera a la oración. «Si en mi corazón hubiese acariciado yo la iniquidad, el Señor no me habría escuchado» (v. 18). «Cantad alegres a Dios.»