LA ARMADURA CRISTIANA. Bosquejo bíblico para predicar de Efesios 6:10-20
Bunyan mostró sabiduría al enviar a sus Peregrinos a la armería justo después de cenar. Tan pronto como entramos en comunión con Dios, nos es preciso ser equipados para la lucha de la fe.
Todos los que están en el Reino del amado Hijo de Dios tienen las fuerzas del reinado de Satanás contra ellos, por lo que les es preciso ser equipados con toda la armadura de Dios. Consideremos:
I. El enemigo. «No… sangre y carne, sino… principados…, potestades…, los dominadores de este mundo de tinieblas…, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (v. 12).
Todas las potestades del infierno y todos los gobernantes de las tinieblas de este mundo, que están coligados con el diablo, están en oposición al avance del Reino de Jesucristo. No carne y sangre, sino aquel malvado espíritu que obra en los hijos de desobediencia, empleando como instrumentos carne y sangre (Ef. 2:2).
Nuestro conflicto no tiene tanto lugar contra seres mortales como contra los inmortales poderes del mal que rigen en sus vidas, y que vienen a nosotros en forma de «las artimañas del diablo». Estas artimañas son muy variadas, y se adaptan para ajustarse a las diferentes tendencias de la época o del individuo.
Si fracasa con sus artimañas, intentará de cierto sus «dardos encendidos» (v. 16). Estos pueden venir como pensamientos impuros lanzados a la mente como encendidas flechas que proceden del abismo. Verdaderamente, frente a un enemigo tan poderoso e invisible necesitamos toda la armadura de Dios.
II. La armadura. Ponernos la armadura de Dios significa sencillamente fortificarnos contra todos los poderes del mal mediante aquellas virtudes o excelencias morales por las que el Hijo de Dios pudo resistir todas las tentaciones del diablo (Col. 2:15).
Esta armadura consiste de seis piezas:
1 EL CEÑIDOR DE LA VERDAD. Los lomos de nuestra mente deben estar ceñidos con la verdad como es en Jesucristo, y quedar así fortalecidos para pensar y actuar por Él. Esta verdad es «luz del cielo», que desparrama toda tiniebla de duda y de temor, y que nos capacita para hablar de aquello que conocemos. y no de aquello que no conocen, como los que se ponen el ceñidor de la duda.
2 LA CORAZA DE JUSTICIA. Una conciencia limpia de ofensa hacia Dios y los hombres es aquella rectitud que es una coraza protectora para la paz y el gozo del corazón. Esta coraza la llevó Cristo constantemente, porque siempre se deleitaba en hacer la voluntad de su Padre.
3 EL CALZADO DE LA PREPARACIÓN. El «Evangelio de la paz» provee para nuestros pies el calzado de la preparación, de manera que deberíamos estar siempre dispuestos para hacer su voluntad y para correr en el camino de sus mandamientos. Los que han recibido el Evangelio de la paz deberían tener unos pies rápidos para publicarlo (Is. 52:7).
4 EL ESCUDO DE LA FE. El escudo romano era tan grande que el soldado podía cubrirse completamente con el mismo, y por ello estaba por encima de todo. Éste es el escudo con que se cubrió David cuando se enfrentó al terrible Goliat. Esta pieza de la armadura significa una firme confianza en Dios que siempre vence (1 Jn. 5:4).
5 EL YELMO DE SALVACIÓN. La certidumbre de la salvación es una poderosa protección para la cabeza en estos tiempos que vivimos en que hay tanta falsa enseñanza a nuestro alrededor.
La fuerza de este yelmo reside en el hecho de que el mismo Dios es nuestra Salvación. Esta pieza, como las otras, es el don de Dios, por lo que debemos tomarla.
6 LA ESPADA DEL ESPÍRITU. La espada del Espíritu es la Palabra de Dios, no los pensamientos u opiniones de los hombres. Jesucristo no dejó de utilizar la Palabra escrita cuando se vio asaltado por el archienemigo de Dios y del hombre (Mt. 4:4). Muchos hay hoy en día que parecen no saber dónde hallar esta espada.
El diablo ha cegado de tal modo sus mentes que se imaginan que la «Palabra de Dios» ha quedado sepultada bajo un montón de antigua basura, y por ello prosiguen luchando con los podridos bastones de sus propias teorías.
Nada sino fracaso y vergüenza puede sobrevenir cuando no se predica la Palabra de Dios, porque el Espíritu Santo de Dios, el autor de la vida y de la bendición, no puede emplear otra arma. Es la espada del Espíritu.
III. La lucha. Las actitudes que se deben mantener en este conflicto son:
1 ESTAR FIRMES. «Para que podáis estar firmes.» Habiendo sido justificados libremente por su gracia, y aceptados en el Amado, hemos conseguido una bendita firmeza, de la que el gran enemigo de las almas está siempre tratando de expulsarnos. La estratagema del diablo es interponerse entre nuestras almas y Dios para que la fuente de nuestro suministro espiritual quede cortado.
2 LUCHA. «Tenemos lucha… contra principados», etc. En esta guerra no podemos ocultarnos en medio de la hueste. La lucha es un conflicto personal, un contacto individual con el enemigo. Al revestirse de toda la armadura de Dios, cada cristiano individual debe vencer por la fe en Aquel que puede siempre dar la victoria.
3 ORACIÓN Y VIGILANCIA. Esto no solo mantendrá el brillo de la armadura, sino que la mantendrá en su sitio. Una armadura brillante colgando en la sala de nuestro credo no nos salvará en el día de la batalla.
Un corazón en oración y unos ojos vigilantes nunca serán tomados por sorpresa por los exploradores del reino de Satanás. Daniel oraba tres veces al día, y a pesar de la trampa cuidadosamente puesta por sus enemigos, triunfó. Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe.