La Vida Escondida. Bosquejos Bíblicos para Predicar Colosenses 3:3
«Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col. 3:3).
Las campañas militares de las dos últimas generaciones han demostrado al mundo la absoluta importancia de que los combatientes en la guerra moderna se mantengan ocultos de la vista del enemigo. Ésta es una lección que los soldados de la cruz deberíamos asimilar.
De hecho, no podemos llegar a ser sus soldados si no estamos escondidos. Es el deseo de nuestro Capitán que todos sus seguidores sean sus escondidos, en el más profundo sentido de la palabra.
Israel podía jactarse de ser los escondidos del Señor (Sal. 83:3, «protegidos »). Cada persona salvada en la actualidad puede recurrir a la misma posición de ser uno de sus escondidos. Si la posición de Israel era segura, la nuestra lo es todavía más, porque nosotros tenemos un doble baluarte: «Escondidos con Cristo en Dios».
Sir Arthur Blackwood se refería siempre a las palabras del texto que nos ocupa como el medio de su conversión. Por la gracia, llegó a ser un pecador despierto a su condición. Pero vacilaba acerca de dar el paso a Cristo, debido a las dificultades de su posición social.
En este estado de mente acudió a la iglesia en Barnet, donde el señor Pennefather, el piadoso vicario, anunció el himno de Newton: «Aunque muchos enemigos nuestro camino acechen, Y débil tu brazo sea, Tu vida escondida con Cristo en Dios está, Fuera del alcance de todo mal».
Las últimas dos líneas las hizo penetrar el Espíritu Santo en aquel corazón anhelante, y puso toda su confianza en Dios. Le dijo un gobernante pagano a un cristiano: «Si no renuncias a tu fe, te quitaré la vida». «Esto no podrás hacerlo», le contestó él, «porque mi vida está escondida con Cristo en Dios».
Esto desde luego nos muestra el valor que Dios nos asigna. En Mateo 13:44 se nos habla de un «hallazgo» que fue considerado de tanto valor que fue escondido por el afortunado descubridor.
El hecho de que los que hemos sido hallados seamos escondidos por Dios es una prueba de que para Él tenemos un gran valor. Aunque indignos para nosotros mismos, Él nos considera de un valor enorme. Aunque considerados como insensatos por el mundo, en su estima vale la pena escondernos.
La vida del cristiano es la vida escondida. Escondida, ¿en qué sentido? En seis:
I. La vida escondida es la vida SEGURA, porque estamos escondidos en Cristo para Salvación, así como Noé y su familia fueron escondidos en el Arca (Is. 32:2; He. 11:7).
II. La vida escondida es la vida JUSTIFICADA, porque somos escondidos en Cristo para Justificación, como las piedras del Templo estaban escondidas bajo madera de cedro (madera roja, el emblema de la Expiación) y oro (el emblema de la Justicia Divina) (1 R. 6:18). En el Templo no se veía ni una sola piedra.
III. La vida escondida es la vida GOZOSA (Is. 42:11). Mientras andaba apresuradamente por una camino rural, una mañana fría y oscurecida por negros nubarrones, para tomar un tren, un canto feliz me hizo detener. Era un petirrojo resguardado a salvo en un árbol hueco, protegido de la tempestad, derramando su feliz cántico al Fiel Creador. Los escondidos pueden cantar de gozo.
IV. La vida escondida es la vida CÓMODA, y el creyente está escondido en Cristo como un débil polluelo está resguardado y a salvo bajo la cálida protección de la gallina (Mt. 23:37).
V. La vida escondida es la vida FRUCTÍFERA, porque somos escondidos en Cristo como el grano de trigo queda escondido en la tierra: para que lleve fruto. «¿Cómo puedo morir a mí mismo? Es bien cierto que se puede decir de los que están en Cristo: Estáis muertos».
Pero la pregunta es: ¿Cómo puede esta doctrina, que es cierta en cuanto a posición, llegar a ser un hecho experimental en nuestra experiencia individual? ¿Cómo muere el grano de trigo, sino dándose totalmente al medio que le rodea? Nuestra salvación real comenzó cuando nos dimos primero al Señor Jesús, pero progresará en proporción a la constancia y globalidad de esta rendición (Jn. 12:24).