La Vida que Ahora Vivo. Bosquejos Bíblicos para Predicar Gálatas 2:16-21
Desde luego no era la vida que solía vivir, cuando estaba «respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor» (Hch. 9:1), sino que se trata de una breve autobiografía espiritual de la vida que ahora vivía. Es:
I. Una vida justificada sin las obras de la Ley. «Nadie será justificado a base de las obras de la ley» (v. 16). Si hemos ofendido en un punto, hemos quebrantado la ley. La ley no puede perdonar el pecado, sino que por la ley es el conocimiento del pecado (Ro. 3:20). Ser justificado delante de Dios es quedar libre de culpa. Y por ello libre del castigo.
II. Una vida impartida por medio de la fe en Jesucristo. «Nosotros también hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados a base de la fe de Cristo» (v. 16). Así, por la fe en Cristo se imputa al creyente la justicia de Dios. La ley es sencillamente nuestro ayo para llevarnos a Cristo, a fin de que podamos ser justificados por la fe (Gá. 3:24). «Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia» (Ro. 4:3). Ésta es la divina ley de la gracia. «Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios.»
III. Una vida vivida para Dios. «Yo he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios» (v. 19). Estando ahora libertado de los terrores de la ley, y del poder esclavizador del pecado, salvo de la vida del yo a la feliz libertad con la que Cristo ha libertado a sus creyentes, su propósito absorbente es amar, honrar y obedecer a Aquel que le ha redimido mediante la Sangre de su Hijo e introducido en feliz comunión consigo mismo.
IV. Una vida crucificada con Cristo. «Con Cristo estoy juntamente crucificado» (v. 20). El viejo hombre, con todas sus pasiones y concupiscencias carnales, es crucificado con Cristo, para que sea destruido el cuerpo de pecado (Ro. 6:6). En la Cruz de Cristo ve todo el cuerpo de su naturaleza pecaminosa clavado en la cruz, y en esto se gloriaba él. «Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo» (6:14). La crucifixión es un penoso remedio, pero es eficaz.
V. Una vida en la que Cristo mora. Y ahora es «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí». Ha devenido, por así decirlo, una nueva personalidad. Una nueva voluntad, un nuevo propósito, y un nuevo poder rigen y reinan ahora. Allí donde Cristo mora es siempre un centro de atracción, como el hogar de Betania. Ser fortalecido con poder por su Espíritu en el hombre interior es como Cristo morando en el corazón. Esto viene por la fe (Ef. 3:16, 17). La morada de Cristo se manifiesta por la presencia y el poder del Espíritu Santo. «En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu» (Jn. 4:13).
VI. Una vida continuada por la fe en el Hijo de Dios. «Lo que vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios» (v. 20). Esta vida comenzada por fe en Cristo debe ser perpetuada mediante un acto continuado de fe en Cristo. Por la gracia sois salvos por medio de la fe, a todo lo largo del camino. La nuestra es una vida de fe en el Hijo de Dios. Por fe vivimos, no por vista. Continuad en la fe, y no os alejéis de esta doctrina. El que persevere hasta el fin en esta firme actitud de confianza asentada será salvo con una plena salvación. «Porque sin fe es imposible agradar a Dios» (He. 11:6).