LLAMAMIENTO DE BERNABÉ Y SAULO. Bosquejos Biblicos para Predicar Hechos 13:1-12
Después que un misionero en China les hubiera estado mostrando la insensatez de los ídolos, y les hubiera predicado Jesús a ellos, un anciano dijo: «Pare, y díganoslo, porque no podemos encontrar la puerta ». ¡Qué triste pensar en las multitudes que están tanteando las tinieblas en busca de la puerta de la vida eterna, sin poder hallarla! ¿Cómo oirán sin haber un predicador, y cómo predicarán si no son enviados? El Espíritu Santo está muy deseoso de enviar obreros; rogadle.
La joven Iglesia en Antioquía había crecido en número y poder. Entre los notables convertidos estaba Manaén, que había sido compañero de aquel Herodes que había ordenado la muerte de Juan el Bautista, y que se había burlado del Señor Jesucristo, menospreciándole. Pero por la gracia de Dios había sido arrebatado como tizón del incendio.
Mientras los miembros de esta Iglesia «celebraban el culto del Señor, y ayunando», el Espíritu Santo suplió su verdadera necesidad al apremiar en sus corazones este mensaje de dirección concreta: «Apartadme a Bernabé y a Saulo». Quizá habían estado esperando en el Señor por una conducción especial, en cuanto a cómo podían adelantar la causa de Cristo, cuando vino este llamamiento inequívoco:
I. Fue un llamamiento divino. «Dijo el Espíritu Santo», etc. (v. 2). Ellos fueron tan ciertamente «llamados por Dios» como lo fue Aarón. Así como toda idoneidad para este servicio tiene que venir de Él, también debe serlo el llamamiento. El Espíritu Santo nunca escogerá a un hombre poseído del espíritu del mundo como embajador del Reino de Cristo.
II. Fue un llamamiento personal. «Bernabé y Saulo.» No había lugar a dudas acerca de a quién se refería el Señor, ni hubo ocasión para la envidia ni para los celos. El Espíritu Santo reparte a cada uno en particular según su voluntad (1 Co. 12:11). No todo el que dice Señor, Señor, es apto para el servicio de Dios. «Nadie toma para sí mismo este honor, sino el que es llamado por Dios» (He. 5:4).
III. Fue un llamamiento a la separación. «Apartadme», etc. Bernabé y Saulo debían ser separados para el Espíritu Santo, para que Él soplara la voluntad de Dios a través de ellos, como lo había hecho con los hombres santos de Dios en tiempos antiguos (2 P. 1:21).
Para ser usados por el Espíritu Santo tenemos que ser separados del mundo, y totalmente rendidos a ÉL, como instrumentos preparados para su uso. Pero no debemos suponer que aquellos que permanecieron en Antioquía no estaban separados para Dios. Podemos vivir la vida separada en todo lugar viviendo para su gloria.
IV. Fue un llamamiento a la obra. «Para la obra a la que los he llamado.» Solo aquellos que son nuevas criaturas en Cristo Jesús pueden tener participación en la obra de esta «nueva creación». No somos llamados a la holganza y al ocio, sino a ser «colaboradores juntamente con Él», que nos ha llamado a este llamamiento santo.
¿Hemos entrado en esta obra a la que Dios el Espíritu nos ha llamado? ¿O estamos ociosos en su viña?
V. Fue un llamamiento en el que los hermanos mostraron su comunión. «Los despidieron» (v. 3), pero no sin haber antes «ayunado y orado». Sería una gran bendición para la Iglesia y para el mundo hoy si la Iglesia estuviera así dispuesta a reconocer y a enviar a aquellos que han sido llamados por el Espíritu Santo para hacer la obra de un evangelista.
Por sus frutos les conoceréis. Estos hombres santos fueron «solemnemente ordenados» ¡no con banquetes y brindis!, sino con «ayuno y oración». No hubo «¡Hip, hip, hurras!», sino una solemne ejecución de la voluntad de Dios. Muchas modernas ordenaciones son un escándalo para la causa de Jesucristo.
VI. Fue un llamamiento seguido de hechos poderosos. ¿Cómo podemos creer que somos llamados y energizados por Dios si no se están llevando a cabo «señales y prodigios» dignos de Dios a través de nosotros en su nombre? (vv. 5-12). Dos maravillas fueron obradas aquí por Bernabé y Saulo: a) La victoria sobre el hechicero.
Este «hijo del diablo» y «enemigo de toda justicia» fue azotado con una ceguera temporal. Las obras del diablo fueron destruidas. b) La conversión del procónsul (v. 12). La salvación del gobernador de la isla, y el silenciamiento de Elimas, el enemigo de Dios, fueron de cierto obras dignas del Espíritu Santo, al que habían sido apartados Bernabé y Saulo.