«El gozo del Señor es vuestra fuerza». Las palabras finales de este profeta nos dan causa abundante para este gozo, porque su Dios es nuestro Dios. Veamos aquí:
I. Su gozosa confianza. Las siguientes proclamaciones, en vista a condiciones muy deprimentes, parecen ser las expresiones espontáneas de un corazón satisfecho y gozoso.
1. «Yo PONGO MIS OJOS EN JEHOVÁ» (v. 7). La mirada arriba es siempre clara al alma creyente, aunque la mirada hacia afuera y hacia dentro sean oscuras, nubladas y atemorizantes. «Miradme a Mí, y sed salvos.»
2. «ESPERO AL DIOS DE MI SALVACIÓN» (v. 7). La mirada puede ser como un destello, pero tenemos también que esperar quietamente por Él. El tiempo de espera puede ser el tiempo de prueba. Pero si esperamos la salvación de Dios, vendrá de cierto.
3. «AUNQUE CAIGA, ME LEVANTARÉ» (v. 8, V.M.). De modo que el gozo del enemigo por la caída quedará pronto frustrado. Las «caídas» no son algo a esperar, porque «Él puede guardaros de caída». En caso de que caigas, tanto abierta como secretamente, levántate antes de que el enemigo tenga tiempo de regocijarse.
4. «AUNQUE MORE EN TINIEBLAS, JEHOVÁ SERÁ MI LUZ» (v. 8). Bendita tiniebla cuando toda la luz que tenemos es su Santa Presencia. «Aunque pase por valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo» (Sal. 23).
5. «HABRÉ DE SOPORTAR LA IRA... HASTA QUE JUZGUE MI CAUSA» (v. 9). Cuándo seas golpeado por la mano disciplinadora de Dios, es bueno soportar el golpe hasta que Él juzgue mi causa; así lo hizo Job, y Dios juzgó su causa y recompensó su paciencia.
6. «ÉL ME SACARÁ A LUZ, VERÉ SU JUSTICIA» (v. 9). A los pacientes y confiados los llevará a la luz, y hará que los tales contemplen su justicia en todos sus tratos con ellos, porque Él todo lo ha hecho bien. Y finalmente, cuando Él nos traiga a la gloriosa luz de la faz de nuestro Redentor y contemplemos su justicia en todos sus tratos con nosotros mientras éramos peregrinos y extranjeros en la tierra, ¡qué revelación, qué gozo, que causa de alabanza!
II. Razones gozosas para tal confianza. En estos versículos (18-20) tenemos lo que ha sido reconocido como una expresión sin paralelo del carácter lleno de gracia de nuestro Dios. «¿Qué Dios como tú?» Aquí hay algunas cosas que Él hace por su pueblo:
1. PERDONA LA MALDAD. ¡Qué consolación saber que su perdón puede extenderse a nuestra falta de rectitud o de principio moral en nuestros tratos con nuestros semejantes! Estos pecados pueden no siempre ser evidentes ante los demás, pero están desnudos a sus ojos.
2. OLVIDA EL PECADO. Está dispuesto a pasar por alto nuestras transgresiones contra su santa ley y nuestra presuntuosa intrusión en el santo dominio de su presencia, como cuando acudimos delante de Él en nuestra soberbia y engreimiento.
3. NO RETIENE PARA SIEMPRE SU ENOJO. Su enojo es tan justo y tan santo como su amor. Pero en gracia no retiene su enojo, porque el amor ha triunfado. Bien podemos regocijarnos por cuanto vemos la prueba de esto en el don de su Hijo (Jn. 3:16).
4. SE DELEITA EN LA MISERICORDIA. No leemos que se deleite en juzgar. «Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se vuelva el malvado de su camino», porque «Él se deleita en la misericordia». Aquí tenemos la esperanza de los hombres pecadores.
5. ÉL VOLVERÁ A TENER COMPASIÓN DE NOSOTROS; PONDRÁ BAJO SUS PIES NUESTRAS INIQUIDADES. Conquistar y someter es algo más profundo que meramente perdonar. Esto lo hace por la venida de su Espíritu poderoso a la ciudadela del alma.
6. ECHARÁ EN LO PROFUNDO DEL MAR TODOS NUESTROS PECADOS. Esto, naturalmente, es un lenguaje figurado. Son sepultados donde no pueden resucitar, en las profundidades de su eterno olvido. «Tras sus espaldas», donde sus santos ojos no los podrán ver más (Is. 38:17).
<7. ÉL CUMPLIRÁ SUS PROMESAS a sus hijos creyentes. «Fiel es el que prometió». Todos estos rasgos de gracia constituyen una verdadera semejanza del Padre, tal como nos es revelada en la faz de Jesucristo, que apareció como la imagen del Dios invisible, y que dijo: «Al que a mí viene, de ningún modo le echaré fuera». Regocijaos en el Señor.

