TIEMPO DE AMAR. Bosquejos Bíblicos para Predicar Ezequiel 16:1-20
Toda la Escritura es dada por inspiración de Dios, y es útil para doctrina. En este capítulo tenemos una revelación del maravilloso amor y gracia de Dios. Judá es aquí descrito como una criatura inerme, abandonada, pereciendo en el campo abierto.
El tiempo del amor divino vino cuando Él, pasando por el lado, se apiadó, y la salvó con gran salvación. La necesidad de una Jerusalén en ruinas es la necesidad de toda alma en ruinas.
I. Una imagen de miseria. ¿Podría haber alguna figura de lenguaje más expresiva que ésta?
1. IMPOTENCIA. «Te vi agitándote en tu sangre» (v. 6). Jerusalén no se vio a sí misma en este triste apuro. El juicio de Dios sobre el pecado es algo muy diferente del de el hombre (Ro. 3:19; 5:6).
2. DESESPERANZA. «No hubo ojo que se compadeciese de ti… teniendo compasión de ti» (v. 5). Nadie puede compadecer al pecador que no conoce la santidad de Dios. Los hombres pueden comprender la tristeza de la pobreza, la vergüenza y el crimen cometido contra él mismo o sus compañeros, pero no el pecado como contra Dios. En este sentido «ninguno… podrá en manera alguna redimir al hermano». En la humanidad no hay en absoluto esperanza alguna para el hombre como culpable delante de Dios.
II. Una imagen de salvación. «He aquí que tu tiempo era tiempo de amores» (v. 8). El tiempo de amores era cuando «pasé otra vez junto a ti, y te miré». Nuestro tiempo de amor es ahora, mientras que Dios, en misericordia y gracia, está pasando junto a nosotros en el Evangelio de su Hijo, contemplando con piedad y compasión nuestro pecado y miseria. La prueba y el poder de aquel amor se ven en lo que Él hizo.
1. ÉL PERDONO. «Te dije: … ¡vive!» (v. 6). Solo pudo pronunciar la Palabra de Vida a esta ensangrentada abandonada. Aquel que «no perdonó» a su propio Hijo perdonó a esta alma pecadora. La salvación de Dios es perdonar el alma de culpa y muerte en inmerecida misericordia. Salvos solo por la gracia.
2. ÉL LIMPIO. «Te lavé con agua.» La sangre, la imagen de contaminación y pecado, fue lavada. Cada uno que es perdonado es lavado (Gá. 1:4). La vida que Él da es una vida limpia.
3. ÉL CUBRE. «Extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez» (v. 8). Él actúa como pariente próximo (Rut 3:9). El manto de su justicia es para todos y sobre todos los que creen.
4. ÉL RECLAMO. «Y fuiste mía» (v. 8). ¡Oh, qué cambio! Desde el «campo abierto» del pecado y de la vergüenza, al seno de la familia de Dios. Desde la autodegradación y desesperanza al Reino de la gracia y de la gloria.
5. ÉL UNGIē. «Te ungí con aceite» (v. 9). Es la voluntad de Dios que todos aquellos que Él reclama, lava y cubre sean ungidos con el Espíritu Santo (Hch. 1:8; 19:2).
6. ÉL CORONO. «Puse… una hermosa diadema en tu cabeza» (v. 12). Aquel que comenzó la buena obra de la gracia salvadora la llevó a su consumación, para que nosotros llegáramos a ser perfectos «por su hermosura» (cf. v. 14). La diadema es emblema de dignidad y poder. El día de la coronación llegará, y es ahora.
7. ÉL USO. «Adquiriste fama entre las naciones a causa de tu hermosura » (v. 14). «Era perfecta, a causa del esplendor que yo puse en ti.» «La gloria que tú me diste les he dado» (Jn. 17:22). Así resplandezca vuestra luz delante de los hombres.
III. Una imagen de desacración (vv. 15-20). En cada era Dios ha tenido motivo para hacer la misma dolorida queja contra su ingrato pueblo. Bendecidos con toda bendición espiritual en Cristo Jesús, pero recayendo en sus corazones, y empleando su prestigio recibido de Dios para fines egoístas y mundanos. Esta imagen es muy triste, y tanto más cuanto que el pecado que se ve en ello es tan común. Es la desacración de su:
1. BELLEZA. «Te envaneciste de tu hermosura, y te prostituiste a causa de tu renombre» (v. 15). Esto es lo que a veces denominamos como «orgullo religioso», empleando la influencia que Dios nos ha dado en gracia para fines mezquinos y egoístas.
2. VESTIDURA. «Y tomaste de tus vestidos, y te hiciste lugares altos» (v. 16). Los vestidos que le habían sido dados para gloria y hermosura (vv. 10, 11), desacrados para adornar una religión falsa y que deshonra a Dios. La enseñanza de Cristo está siendo empleada ahora por parte de algunos predicadores para la erección de un nuevo sistema no escritural.
3. TESOROS. «Tomaste asimismo tus hermosas alhajas de oro y de plata que yo te había dado, y te hiciste imágenes de hombres» (v. 17). Dedicando los dones de Dios a la honra y alabanza de los hombres. El oro y la plata de la verdad divina rebajados, como si se tratara solo del mensaje de hombres.
4. HIJOS E HIJAS. «Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste para que fuesen consumidos. ¿Eran cosa de poca monta tus fornicaciones, para que degollases también a mis hijos y los ofrecieras a aquellas imágenes? » ¡Qué terrible acusación! Una Iglesia recaída es asesina de sus hijos.
Los que nacen del Evangelio de Dios, en el día de su poder y gracia, son frecuentemente sacrificados y «devorados» por las falsas enseñanzas. Todo esto ha sobrevenido por tener un «inconstante corazón» para con el Señor Dios (v. 30). Guardémonos de que haya en nosotros corazón malo de incredulidad para apartarnos del Dios vivo.