VENID, LLEVAD, APRENDED. Bosquejos Biblicos para Predicar Mateo 11:28-30
Esta invitación de Cristo implica su profunda y consciente capacidad para bendecir a los hombres en todas las edades. Él sabe toda necesidad del hombre y conoce como ningún otro las grandes y santas demandas de Dios. Juntad estos dos dichos: «Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre (…) Venid a Mí» (Mt. 11:27, 28).
I. Se nos invita a descansar. ¡Qué oportunidad para un corazón cargado de pecado! Jesús da descanso de la culpa, del temor de la muerte y del terror del juicio. Lo da; no lo vende. No lo da como una receta, sino como una posesión verdadera y consciente. Este descanso es para los que tienen una carga pesada, sean santos o pecadores Obrero cansado, con las esperanzas defraudadas y abatido por falta de fruto, óyele decirte: «Ven a Mí». Todo lo que sea una carga para nosotros debiera traernos a Cristo para descanso y alivio. ¿Sientes que tu tarea pesa sobre tu corazón y tus fuerzas? Aprovéchate de esta amante oferta.
II. Se nos invita a servir. «Llevad mi yugo sobre vosotros.» Hay diferentes yugos, que nosotros ponemos sobre nosotros mismos, y el yugo de Satanás. ¿Qué es el yugo de Cristo? Es el yugo que Él mismo voluntariamente tomó, el de la voluntad de su Padre.
«El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado» (Sal. 40:8). Llevar este yugo quiere decir una vida de completa sumisión a la obra y voluntad de Dios.
Pablo llevaba este yugo cuando rogaba a los hombres, en nombre de Cristo, que se reconciliaran con Dios. El yugo de Cristo significa uncidos con Cristo, cooperando juntamente con Él. Lo ponemos sobre nosotros cuando venimos en ayuda del Señor contra los fuertes. Cada alma que ha recibido descanso de Él puede hallar una vida de reposada actividad en su yugo. Su yugo es fácil a la mente voluntaria; su carga es ligera al corazón amante. El yugo de servicio no nos es impuesto por fuerza; se nos invita a tomarlo. Será para nuestra eterna pérdida si no lo hacemos.
III. Se nos invita a aprender. «Aprended de Mí.» Para aprender de Cristo tenemos que ponernos muy cerca de Él. Para acercarnos bien a Él tenemos que estar atados al yugo con Él. El yugo del servicio viene antes que la sabiduría espiritual. Aprendemos mejor mientras estamos uncidos. Pablo tuvo que clamar: «Señor, ¿qué quieres que yo haga?» (Hch. 9:6) antes de recibir su divina comisión. En la escuela del sufrimiento y testimonio para Cristo se aprenden las cosas más profundas de Dios.
La razón por la que muchos cristianos no progresan en la gracia y en inclinaciones celestiales es que se avergüenzan del yugo de Cristo; y no guardando compañía con Él, no pueden ser enseñados por Él. Entramos en la escuela de Cristo cuando entramos en su yugo. Hay muchas ramas de aprendizaje aquí. Con Él aprendemos a ser pacientes en el padecimiento, a andar humildemente, a confiar implícitamente, a amar intensamente y a regocijarnos grandemente (Ef. 4:20-23).
