OVEJAS DE SU PRADO. por Ivan Tapia
"Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, / así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. / También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor."
Juan 10:14-16
[Mi congregación la forman los discípulos y discípulas que escuchan mi Palabra y la obedecen. ]
Jesús es el Pastor de los pastores (humanos). Jesús es vuestro pastor y también mi pastor. Él es el Buen Pastor, el Pastor Perfecto. En la Iglesia hay muchos pastores y pastoras, son hombres y mujeres que el Buen Pastor ha llamado para guiar y cuidar Su rebaño. Los rebaños pertenecen al Buen Pastor. Jesús es el Buen Pastor de Su Iglesia. Los pastores no somos dueños del rebaño, sólo estamos para cuidarlo y guiarlo, para apacentarlo y pastorearlo (Juan 21:15-17).
Jesús conoce a Sus ovejas y cada oveja conoce a Su pastor. Del mismo modo Jesús, el Buen Pastor, conoce a Sus pastores, Sus ayudantes, Sus siervos. Los pastores conocen a Su Señor y al igual que las ovejas deben saber obedecerle (Hebreos 13:17).
Nosotros los gentiles éramos ovejas de otro redil, mas por el gran amor del Padre, el Buen Pastor Jesús decidió llevarnos a Su redil.
El Padre (Celestial) conoce a Su Hijo, el Buen Pastor y Su Hijo Jesucristo conoce a Su Padre, el Dueño del rebaño. Tanto el Padre como el Hijo aman a las ovejas. Por eso el Padre envió al Buen Pastor a dar Su vida por las ovejas, para salvar las ovejas de los colmillos del lobo. El Buen Pastor se entregó a la cruz por amor a las ovejas del Padre y el lobo depredador (Satanás) fue vencido en el Gólgota. Fue así que perdió su autoridad sobre todas las ovejas, teniendo que conformarse con un rebaño de cabritos (Mateo 25:32).
Pero había otras ovejas que no eran del primer redil, ovejas lejanas y hambrientas de buenos pastos, que también amarían al Buen Pastor. Nosotros los gentiles éramos ovejas de otro redil, mas por el gran amor del Padre, el Buen Pastor Jesús decidió llevarnos a Su redil. Cuando escuchamos Su voz firme y amorosa lo reconocimos como nuestro Pastor y obedecimos a Su llamado, pasando a formar parte de Su único rebaño, formado por todos los que han sido lavados con Su preciosa sangre, la sangre del Buen Pastor que dio Su vida por las ovejas (Salmos 100:3).
Ahora nos lleva sobre sus hombros cuando estamos cansadas, va delante nuestro y nos guía a pastos deleitosos, nos defiende de lobos rapaces y nos conduce hasta la eternidad, guiadas por la vara de Su Palabra y el cayado del Espíritu Santo. Asi nos conducirá hasta llegar al redil celestial donde conoceremos al Dueño del rebaño, nuestro Padre Eterno. Amén.