Pastor
(En hebreo, ra˓ah; en griego, pimén). Encargado de atender y cuidar ovejas, o en sentido figurado, que atiende, cuida, acompaña y se asocia como un amigo a otras personas.
El pastor de → Ovejas se menciona por primera vez en Génesis 4:2, y el oficio ha continuado en muchas culturas hasta hoy. Las ovejas necesitan constante vigilancia y protección. Deben dormir en un corral cerrado, llamado → Redil (Juan 10:1), y de día el pastor debe llevarlas al campo en busca de pasto y agua (Salmos 23:2s; Ezequiel 34:14). Como son poco agresivas (Isaías 53:7) e indefensas (Miqueas 5:8), el pastor tiene que defenderlas de las fieras (1 Samuel 17:34s, → Vara; Honda), protegerlas del mal tiempo, buscar a las descarriadas y sanar a las enfermas (Ezequiel 34:4). Sin pastor, las ovejas generalmente perecen (Números 27:17).
Aunque los pequeños propietarios de ganado a veces lo cuidaban personalmente o lo confiaban a sus hijos (Génesis 29:9; 31:38ss; 1 Samuel 16:11), cuando el rebaño pasaba de cierto número lo confiaban a un empleado (Lucas 15:15; Juan 10:12). Este recibía su paga en dinero (Zacarías 11:12) o con una parte del rebaño (Génesis 30:28–43; 1 Corintios 9:7). Tenía que restituir los animales perdidos (Génesis 31:39), y sus responsabilidades ante el dueño eran detalladas (Éxodo 22:9–13).
Obviamente el cuadro del pastor con su rebaño se prestaba para el uso figurado, puesto que la Biblia en parte procede de una cultura rural, pastoril y campestre. En este sentido Dios es por excelencia el «Pastor de Israel» (Salmos 80:1; cf. 23:1; Jeremías 31:10). Durante su ministerio, Jesús cumple esta tarea (Marcos 6:34//) y sobre todo en su muerte vicaria (Juan 10:11) que lo distingue de ladrones y salteadores (10:1, 8) y del asalariado despreocupado (10:12s). Por tanto, Jesucristo sigue siendo «el pastor de … almas» de los cristianos (1 Pedro 2:25; cf. Hebreos 13:20), «el gran pastor» (Hebreos 13:20) y «el Príncipe de los pastores» (1 Pedro 5:4).
En el Antiguo Testamento, también a los reyes, gobernadores y líderes religiosos de Israel se les consideraban pastores que se responsabilizaban por el bienestar de su pueblo. Los profetas en muchas ocasiones censuraron a los tales por su falta de cumplimiento (Jeremías 2:8; 25:32–38; 49:19; 50:6, 44; 51:23; Ezequiel 34:2, 10; Zacarías 13:7), pero dos al menos recibieron encomios: Moisés (Isaías 63:11) y el pagano → Ciro ejecutor de las decisiones de Dios (Isaías 44:28).
Sobresale la esperanza del pastor que vendrá al fin de los tiempos para apacentar a su pueblo, reemplazando a aquellos que se mostraron infieles a su llamado (Isaías 40:10ss; Jeremías 23:1–4; Ezequiel 34:2–10; Miqueas 4:6ss). Sin duda esto se cumple en Jesucristo (Mateo 25:31ss; Juan 10; Apocalipsis 7:17).
El Nuevo Testamento menciona una sola vez al pastor en sentido literal y fuera de las parábolas (Lucas 2:8–10). Su mención responde a los propósitos teológicos de Lucas, quien resalta la preocupación de Dios por los desamparados y olvidados de la sociedad.
Es curioso que en la literatura rabínica del siglo II el oficio de pastor estaba en las listas de oficios que un padre no debe enseñar a sus hijos, pues los pastores no gozaban de buena reputación y, al igual que los publicanos, estaban privados de los derechos de un ciudadano. La enseñanza de Jesús era, entonces, una enseñanza aislada que rompía el esquema mental judío tradicional.
Es característico de las iglesias protestantes el llamar «pastor» a sus ministros e incluso algunos católicos lo hacen así. Dios proporciona a su pueblo hombres con los dones necesarios para apacentar el rebaño de sus hijos, según la promesa de Jeremías 3:15: «Os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia».
En el Nuevo Testamento la palabra pastor se usa una sola vez (Efesios 4:11), para señalar al ministro de una congregación, pero la palabra «apacentar» comunica el mismo concepto, pues es sinónimo de «pastorear» (Juan 21:15ss; Hechos 20:28; 1 Pedro 5:2, 4).
De acuerdo con el uso neotestamentario del término pastor, este tiene la misma función en la iglesia que el → Anciano (es decir, presbítero) o el → Obispo. Las tres palabras se refieren a un mismo ministerio. Sin embargo, hay algunas iglesias que hacen distinción entre cada uno de estos términos con el propósito de establecer diferencias particulares en lo administrativo.
Bibliografía:
EBDM V, col. 906–911. J.M. Bover, «El símil del buen pastor», Estudios Bíblicos 14, 1955, pp. 197–208.