Predicando la Verdad
Muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?… Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. JUAN 6:60, 66
Sermones que presenten una clara exposición bíblica, doctrina precisa, verdades difíciles, o temas que suenan negativos son fuertemente desalentados prácticamente por todos los principales gurúes de la relevancia cultural. Y las personas que llenan los bancos evangélicos «así lo quiso» (Jeremías 5.31).
«Decidnos cosas halagüeñas» es su constante demanda. La enseñanza, la reprensión, la corrección y la instrucción en justicia (cp. 2 Timoteo 3.16) están fuera; lo que está de moda es agradar los oídos que tienen comezón (cp. 4.3). Ningún predicador informado pensaría hoy día en llenar su mensaje de reprensión, reproche o exhortación (cp. 4.2). Por el contrario, hace todo lo posible por acomodarse a las necesidades, preocupaciones y pasiones sentidas de la audiencia.
Los sermones de Jesús normalmente presentaban verdades difíciles, palabras duras, y controversia de alto octanaje.
El anhelo contemporáneo de sermones vacíos que agraden y entretengan está, al menos en parte, arraigado en el mito popular de que Jesús mismo era siempre amable, simpático, encantador, y a la vanguardia de las modas de su cultura.
Incluso un vistazo superficial al ministerio de predicación de Jesús revela una imagen totalmente diferente. Los sermones de Jesús normalmente presentaban verdades difíciles, palabras duras, y controversia de alto octanaje. ¡Sus propios discípulos se quejaban de que su predicación era demasiado dura de oír!
Por eso la predicación de Jesús encabeza la lista de cosas que hacen que sea imposible ignorarlo. Ningún predicador ha sido nunca más valiente, profético o provocativo. Jesús hizo imposible que cualquier oidor se alejara indiferente. Algunos se iban enojados; algunos eran profundamente inquietados por lo que Él decía; a muchos se les abrieron los ojos; y muchos más endurecieron sus corazones contra su mensaje. Algunos se hicieron sus discípulos, y otros se volvieron sus adversarios. Pero nadie que le escuchó predicar por mucho tiempo podía permanecer sin cambiar o apático.