LA PARADOJA DEL QUIZÁ
Es alentador encontrar otro personaje del Antiguo Testamento que también superó sus temores y escogió la audacia en medio de una seria incertidumbre.
En 1 Samuel 13–14, leemos que el ejército del rey Saúl estaba atascado del lado perdedor en un enfrentamiento contra los filisteos. Aparentemente, las tropas de Saúl habían pasado la mayor parte de su tiempo buscando mejores cuevas donde esconderse (13:6).
Finalmente Jonatán, el hijo del rey, se irritó tanto a causa del temor y la pasividad de sus compañeros guerreros que decidió hacer un valiente movimiento. Apremió a su escudero para que se uniera a él en una incursión de comando en pareja. Su plan de batalla era potencialmente inspirado por Dios… y un poco ridículo.
Ambos jóvenes se acercarían abiertamente al puesto enemigo. Si obtenían una señal afirmativa de Dios, atacarían. Superados en número. Superados en hombres. Sin recursos suficientes. Una misión casi suicida. Pero si Dios estaba con ellos, calculó Jonatán, nada podría detenerlos. Todo lo que tenía que hacer era persuadir a su guardaespaldas.
Este es un extracto de su discurso motivador: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos. (14:6) ¿No estaba Jonatán siendo absolutamente contradictorio?