¿Qué bien hay en la tentación?
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana… (1 Corintios 10:13)
En nuestros días, la palabra tentación ha venido a significar algo malo, pero ello es debido a que solemos usarla en un sentido erróneo. La tentación en sí misma no es pecado; se trata de algo con lo que nos enfrentaremos si somos humanos.
No ser tentados significará que hemos caído ya tan bajo que estamos más allá de toda consideración. Sin embargo, muchos de nosotros sufrimos tentaciones que nunca habríamos de sufrir, simplemente porque hemos rehusado dejar que Dios nos levante a un nivel superior donde haríamos frente a tentaciones de otra clase.
El psiquismo espiritual de la persona, lo que posee en el interior de su ser, determina la naturaleza de las tentaciones que le sobrevendrán exteriormente. La tentación se ajusta a la verdadera naturaleza de la persona tentada, y revela las posibilidades de su naturaleza. Cada uno en realidad determina o establece el nivel de sus propias tentaciones, porque la tentación le sobrevendrá de acuerdo con el nivel de su naturaleza controlada desde su interior.
La tentación me sobreviene y me sugiere un posible atajo para alcanzar mis objetivos más sublimes, esto es: no me dirige hacia lo que veo como malo, sino hacia lo que entiendo como bueno. Me confunde durante un tiempo, de modo que ya no sé si algo es bueno o es malo. Cuando me entrego a ello, hago de la concupiscencia un dios, y la tentación misma viene a ser la prueba de que fue sólo mi temor lo que me impidió caer antes en pecado.
Cada uno en realidad determina o establece el nivel de sus propias tentaciones, porque la tentación le sobrevendrá de acuerdo con el nivel de su naturaleza controlada desde su interior.
La tentación no es algo de lo que podamos huir. De hecho, es esencial para la plenitud del hombre. Pero guárdate de pensar que eres tentado como nadie más lo haya sido anteriormente: aquello por lo que estás pasando es la suerte común de la raza humana, no algo que nadie haya soportado nunca con anterioridad. Dios no nos salva de las tentaciones, nos sostiene en medio de ellas (véase Hebreos 2:18 y 4:15-16).